Estrategia de inversión
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En Estados Unidos, la Reserva Federal aplicó un recorte leve y ampliamente anticipado, acompañado de un mensaje de “sin rumbo definido”, que ubicó la tasa de fondos federales en un rango de 3,75% a 4%. El proceso de reducción del balance se acerca a su fin, la orientación se mantiene deliberadamente ambigua y los mercados interpretan el tono de Jerome Powell, presidente del banco central, como una señal de prudencia en la gestión del riesgo, más que como el inicio de una fase expansiva.
Como resultado, los rendimientos repuntaron, el dólar se fortaleció y las acciones reaccionaron con calma en un primer momento. Prevemos un ciclo lento y moderado, con dos recortes adicionales durante el próximo año, en lugar de una secuencia rápida de ajustes.
En Europa, el Banco Central Europeo (BCE) mantuvo sin cambios su política monetaria. La inflación sigue estable y el crecimiento muestra señales de estabilización, lo que favorece una postura paciente. El umbral para nuevos recortes sigue siendo alto y las decisiones dependerán de los datos. La normalización del balance avanza en segundo plano. El mensaje es claro: calma.
En Japón, el banco central optó por conservar su política actual. Las alzas salariales muestran avances, aunque no son concluyentes, mientras que las fluctuaciones en los precios de la energía y los ajustes en los impuestos a los combustibles generan incertidumbre sobre la inflación a corto plazo. La entidad no ofreció orientación futura más allá de un mensaje de que “hacen falta más datos”. Algunos disidentes volvieron a presionar por un aumento, lo que subraya que el debate de política monetaria se ha vuelto más equilibrado que expansivo, especialmente en el contexto electoral.
En resumen: la tendencia global hacia la normalización de tasas continúa o está entrando en su fase final. Las trayectorias difieren por región, pero el mensaje es el mismo: recortes moderados, comunicación prudente y autoridades decididas a evitar un nuevo repunte inflacionario.
Esta semana, la atención se concentró en dos temas: el cierre parcial del gobierno estadounidense y la tregua entre Estados Unidos y China. El primero solo será relevante si interrumpe la publicación de datos oficiales, mientras que el segundo enfría las tensiones, pero no cambia las reglas del juego.
En Estados Unidos, el cierre del gobierno alcanzó el día 31 (acercándose a ser el más prolongado de la historia) y ha sido más un titular que un golpe real. El principal riesgo para los inversionistas es un periodo extendido sin datos económicos oficiales. Con parte del personal del Departamento de Trabajo en licencia sin sueldo, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de octubre podría retrasarse o incluso omitirse, y es probable que también se posponga el informe de empleo. Esto obligaría a los mercados a recurrir nuevamente a indicadores alternativos (como las cifras de ADP, el gasto con tarjetas y los modelos de estimación en tiempo real de los bancos regionales de la Reserva Federal) para evaluar la salud de la economía.
Más allá de los datos, el cierre también afecta el crecimiento a corto plazo: cada semana reduce el Producto Interno Bruto (PIB) trimestral anualizado en aproximadamente 0,1–0,2 puntos porcentuales, y un mes completo resta entre 0,4 y 0,8 puntos. La mayor parte de esta pérdida suele recuperarse cuando el gobierno reanuda operaciones, aunque las horas no trabajadas por licencias sin sueldo no se compensan. El impacto más inmediato se prevé a partir del 1 de noviembre, cuando se agoten los fondos del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés), que beneficia a unas 40 millones de personas. Cada nuevo periodo de pago sin sueldo aumenta la presión sobre Washington para llegar a un acuerdo.
A nivel internacional, la reunión entre Xi Jinping y Donald Trump en Corea del Sur generó una pausa, más no un giro: tregua de un año con alivios arancelarios selectivos y reanudación de ciertos flujos comerciales (soja y minerales raros). El acuerdo ayuda a estabilizar las relaciones, pero no aborda los problemas estructurales ni modifica de manera significativa el desequilibrio comercial entre ambos países. En otras palabras, los controles estadounidenses sobre las exportaciones de semiconductores e inteligencia artificial (incluyendo la situación de Nvidia) permanecen vigentes. Ambos gobiernos continúan reduciendo riesgos y los mercados han interpretado el resultado como un respiro temporal, no un cambio de rumbo.
En resumen: la política no está marcando el ritmo de los mercados. El cierre del gobierno solo tendría impacto si interrumpe la publicación de datos oficiales (como el IPC) durante un periodo prolongado en el que los indicadores alternativos no sean suficientes. La tregua entre Estados Unidos y China reduce la tensión, pero no altera las restricciones comerciales ni las perspectivas de rentabilidad. Por ahora, la atención sigue centrada en las utilidades corporativas, especialmente en el gasto de capital impulsado por la inteligencia artificial, salvo que alguno de estos eventos derive en un giro inesperado en la política económica.
La solidez de esta semana provino de empresas que superaron las expectativas y revisaron al alza sus proyecciones. Si bien las grandes tecnológicas marcaron el ritmo, el impulso fue más amplio: los resultados y comentarios generalizados de los directivos reflejan un consumidor estable, crédito sólido y una gestión operativa eficaz pese a la incertidumbre política.
Hasta ahora, alrededor del 61% del S&P 500 ha presentado resultados. El 82% ha excedido las estimaciones de utilidades por acción (UPA) —muy por encima de los promedios de los últimos cinco y 10 años—, y cerca del 79% también superó las expectativas de ingresos. El consenso ahora estima un crecimiento interanual de utilidades del 10,5% en el tercer trimestre, frente al 7% previsto al inicio de la temporada.
Las grandes compañías de infraestructura tecnológica reforzaron esta tendencia. Alphabet, Microsoft y Amazon superaron las expectativas, y cuando sus acciones cedieron terreno, fue principalmente porque las sorpresas positivas resultaron menores a lo previsto o por inquietudes relacionadas con un mayor gasto de capital.
La inversión en inteligencia artificial volvió a acelerarse, impulsada por el sólido desempeño de las divisiones de nube, y los directivos mantuvieron un tono optimista. Microsoft anticipa “duplicar su capacidad de centros de datos en los próximos dos años” para atender la demanda.
Inicialmente, las cinco principales empresas del sector (Alphabet, Microsoft, Meta, Amazon y Oracle) proyectaban en conjunto 285 mil millones de dólares en gasto de capital para el ejercicio fiscal 2026; actualmente, esa cifra asciende a 431 mil millones.
Fuera del grupo de megacapitalización, los mensajes fueron coherentes: el consumo se mantiene resiliente, los depósitos y el crédito, firmes, y no hay señales de debilidad generalizada. Como señaló Charlie Scharf, director ejecutivo de Wells Fargo: “Observamos resultados crediticios muy sólidos, un consumidor fuerte y bases financieras estables, lo que dibuja un panorama de fortaleza sostenida del gasto”.
Los efectos de los aranceles han resultado menos severos de lo previsto. Las empresas destacaron su capacidad para fijar precios, las mejoras en eficiencia operativa y un entorno de tasas y regulación más favorable de cara a 2026.
En resumen: las utilidades, no los titulares, son las que impulsan el mercado. La combinación de resultados sólidos y un mayor gasto en inteligencia artificial sostiene la tendencia alcista, siempre que el entorno macroeconómico no genere un cambio abrupto en la política económica.
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