Estrategia de inversión
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El panorama energético mundial atraviesa una profunda transformación, impulsada por la creciente demanda de electricidad y urgente necesidad de renovar la infraestructura. La inteligencia artificial y la transición energética abren oportunidades para que los inversionistas capitalicen la creciente brecha entre oferta y demanda. Al mismo tiempo, la persistencia de la inflación y unas tasas de interés estructuralmente más altas refuerzan la importancia de los activos tangibles, como la infraestructura, dentro de las carteras de inversión. Estas inversiones atraen volúmenes significativos de capital privado destinado a proyectos de expansión y actualización en todo el mundo. América Latina forma parte de este ecosistema y ofrece un amplio abanico de oportunidades.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la demanda mundial de electricidad alcanzará en los próximos años su ritmo de expansión más acelerado, con una tasa anual cercana al 4% hasta 2027, frente al promedio de 2,7% de la última década. Este repunte obedece al mayor uso de energía en distintos sectores, liderado por las economías emergentes y en desarrollo, que concentrarán el 85% del incremento global. La AIE prevé además que, hacia 2030, los centros de datos duplicarán con creces su consumo energético, impulsados principalmente por las cargas de trabajo asociadas con la inteligencia artificial (IA), cuyo despliegue cuadruplicará la demanda en ese período. En Estados Unidos, se estima que las instalaciones con aplicaciones de IA representen casi la mitad del aumento total.
Estas cifras reflejan un desafío global: la demanda de electricidad alcanza niveles sin precedentes y ejerce presión sobre una infraestructura cada vez más obsoleta. La red eléctrica actual resulta insuficiente incluso para atender las necesidades existentes. Un ejemplo claro de esta tensión se dio en abril, cuando un apagón en la Península Ibérica provocó el colapso de los sistemas de España y Portugal debido a una caída repentina de la frecuencia. El incidente afectó a todas las principales fuentes de generación, obligó al cierre de plantas nucleares y de carbón, y redujo de manera significativa la producción eólica y solar. Situaciones como esta ponen de manifiesto la urgente necesidad de fortalecer la resiliencia de las redes eléctricas a nivel global.
Según Deloitte, el sector energético estadounidense necesitará aproximadamente 1.4 billones de dólares entre 2025 y 2030, inversión clave para construir nuevas instalaciones de generación, modernizar los sistemas de transmisión e incorporar tecnologías avanzadas que permitan atender la creciente demanda eléctrica. De hecho, se prevén niveles de gasto similares hasta 2050, debido a décadas de subinversión en infraestructura crítica. La urgencia de reemplazar y ampliar capacidades se ve reforzada por la transición hacia fuentes limpias, que demanda nuevas inversiones a medida que la energía eólica y la solar se vuelven competitivas en costos y se despliegan a gran escala, con frecuencia en zonas remotas. Al mismo tiempo, se requieren redes de transmisión más robustas para interconectar regiones y sistemas de almacenamiento capaces de compensar las variaciones en la generación.
Costos de operación, mantenimiento y capital de servicios públicos de Estados Unidos en distribución, 2023 (miles de millones de dólares)
Muchas redes existentes fueron diseñadas para un flujo unidireccional de energía desde las centrales eléctricas. La incorporación de paneles solares distribuidos, baterías y vehículos eléctricos añade una complejidad que los equipos más antiguos tienen dificultades para manejar. Además, la resiliencia frente a eventos climáticos pone a prueba la durabilidad de la red, dado que estos fenómenos han causado el 80% de los cortes de suministro importantes en Estados Unidos desde el año 2000.1
En respuesta a estos desafíos, el Departamento de Energía de Estados Unidos ha anunciado importantes oportunidades de financiamiento para reforzar la resiliencia y capacidad de la red eléctrica. El 18 de octubre de 2023, destinó hasta 3.460 millones de dólares al Programa de Asociaciones para la Resiliencia de la Red y la Innovación (GRIP, por sus siglas en inglés), incluyendo 16 proyectos seleccionados dentro de las Subvenciones para la Resiliencia de la Red Eléctrica de Servicios Públicos e Industrias. Un año después, el 18 de octubre de 2024, se asignaron 2.000 millones de dólares adicionales a 38 iniciativas orientadas a proteger la red frente a fenómenos meteorológicos extremos, reducir los costos para las comunidades y ampliar la capacidad de suministro para la industria manufacturera, los centros de datos y la electrificación. Aunque estas medidas representan un avance significativo, las necesidades de inversión global siguen siendo mucho mayores para afrontar los retos que enfrentan las redes eléctricas en todo el mundo.
América Latina enfrenta importantes desafíos en su sistema energético, con pérdidas del 17% de la electricidad durante transmisión y distribución, cifra tres veces superior a la de América del Norte.2 Estas ineficiencias se deben tanto a errores técnicos en las líneas como a factores no técnicos, como el robo y la manipulación de medidores. El Foro Económico Mundial señala que Brasil, México, Chile y Argentina presentan un notable atraso en la modernización de su infraestructura eléctrica.
Las clasificaciones a nivel de país destacan las brechas y oportunidades de infraestructura
A pesar de los desafíos, América Latina presenta un enorme potencial gracias a su riqueza en combustibles fósiles, recursos renovables y minerales estratégicos. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), concentra casi la mitad de las reservas mundiales de litio, más de un tercio de las de cobre y plata, una quinta parte de las tierras raras y más del 12% de las de níquel. En el sector petrolero, aporta alrededor de 10 millones de barriles diarios, equivalentes al 9-10% del suministro global, mientras que Venezuela posee las mayores reservas probadas del mundo. En conjunto, la región ha sido exportadora neta de crudo durante décadas.
El sector energético de América Latina sigue atrayendo inversiones, especialmente en infraestructura para la extracción y transporte de recursos tradicionales. Por ejemplo, en Argentina, J.P. Morgan liderará un financiamiento de dos mil millones de dólares para un oleoducto que conectará la cuenca de Vaca Muerta con el océano Atlántico y abarcará más del 85% de la producción petrolera nacional, lo que refleja el rápido avance del sector en áreas estratégicas. Este proyecto optimizará el transporte de crudo y permitirá abrir nuevos mercados antes inaccesibles. La coexistencia de inversiones en fuentes tradicionales y renovables constituye un eje central del impulso energético regional en las próximas décadas.
Aunque las economías latinoamericanas dependen en gran medida de los combustibles fósiles, el sector eléctrico de la región se encuentra entre los más limpios del mundo, con energías renovables que cubren el 60% de la matriz energética, muy por encima del promedio global.3 Las características geográficas ofrecen abundancia de recursos, incluyendo radiación solar de alta calidad, vientos constantes, aguas suficientes para la generación hidroeléctrica y un notable potencial geotérmico en la cordillera de los Andes.
Durante la década de 2010, la demanda de electricidad en la región creció 2,3% anual y se proyecta que alcance un ritmo del 3,9% anual hasta 2030.4 Este incremento responde al crecimiento demográfico sostenido y a la expansión de la electrificación. A diferencia de Europa o Asia Oriental, América Latina continúa registrando un crecimiento poblacional, lo que refuerza el consumo, mientras que la adopción de nuevas tecnologías seguirá generando una mayor necesidad de energía.
Se espera que el mercado de centros de datos en América Latina se duplique en los próximos cinco años, pasando de cinco/seis mil millones de dólares en 2023 a entre ocho y 10 mil millones en 2029.5 Este crecimiento requiere energía abundante y económica. La región cuenta con redes limpias y eficientes, gracias a la disponibilidad de fuentes renovables y economías de escala, lo que se traduce en tarifas industriales competitivas que atraen inversión. Por ejemplo, la tarifa de Brasil se ubica en 0,128 dólares/kilovatio-hora (kWh), la de Chile en 0,153 dólares/kWh y la de Paraguay en 0,045 dólares/kWh, frente a las de Estados Unidos (0,148 dólares/kWh) y Alemania (0,286 dólares/kWh). Estos costos favorecen la viabilidad de proyectos intensivos en energía, como centros de datos y mejoras de infraestructura eléctrica.6
Participación del país en el total de centros de datos, %
Distribución global de centros de datos, %
Consumo total de electricidad de centros de datos de Estados Unidos (teravatios-hora)
El aumento de la demanda coincide con una transformación profunda de la matriz energética de la región. Históricamente, la generación eléctrica dependía de grandes hidroeléctricas y centrales térmicas, con escasa participación de la energía eólica y solar. Entre 2015 y 2022, la capacidad renovable creció 51%,7 impulsada por el respaldo político y la reducción de los costos tecnológicos. Hoy, los parques eólicos se concentran en el noreste de Brasil y la Patagonia, mientras que los paneles solares predominan en el desierto chileno de Atacama y cubren numerosos tejados en México.
A través de la iniciativa RELAC (Energías Renovables en Países de América Latina), 16 países se han comprometido a que el 80% de su electricidad provenga de fuentes renovables para 2030.8 Alcanzar esta proporción plantea desafíos operativos y de inversión similares a los de otras regiones del mundo. Será necesario contar con fuentes de respaldo, como el gas, y sistemas de almacenamiento, así como ampliar la interconexión para equilibrar la transmisión y aplicar tecnología de redes inteligentes que gestione flujos energéticos más complejos. Mejoras significativas en transmisión y almacenamiento resultan esenciales para mantener el impulso sin comprometer la confiabilidad. En resumen, la región se encuentra al borde de un rápido aumento de la demanda y una profunda descarbonización, con potencial para convertirse en uno de los mercados eléctricos más dinámicos del planeta durante esta década, siempre que la infraestructura avance al mismo ritmo.
A pesar del avance de América Latina en la generación de energía, persisten brechas importantes en transmisión, distribución y almacenamiento. En muchos países, la capacidad de generación supera la de transmisión necesaria para entregar la energía de manera confiable a los consumidores. Esto genera un cuello de botella clásico, que provoca retrasos o restricciones significativas debido a una red eléctrica insuficientemente desarrollada.
Existen varios ejemplos de esta dinámica en América Latina. Chile ilustra claramente los desafíos del sector eléctrico: con una elevada capacidad solar y eólica, el país ha construido tantas plantas renovables que, al mediodía, a menudo genera más energía de la que su red puede absorber. Esto provoca una reducción significativa de la producción y desperdicio de electricidad limpia debido a la insuficiente infraestructura de transmisión. En 2024, se dejaron de aprovechar 5,9 teravatios-hora aproximadamente de energía renovable, un aumento del 121% respecto al año anterior.9 La limitada inversión en la red sigue siendo un desafío, no solo para integrar la futura capacidad eólica y solar, sino también para maximizar la producción de las plantas existentes.
Argentina ofrece otro caso. Durante años, grandes volúmenes de gas de esquisto permanecieron inactivos en la Patagonia debido a la ineficiencia de los ductos. La primera fase del Gasoducto Néstor Kirchner, en 2023, incrementó de manera significativa la capacidad de transporte desde Vaca Muerta y contribuyó a reducir el déficit energético del país. Como resultado, el superávit comercial energético anual alcanzó 5.600 millones de dólares en 2024, impulsado por la expansión de los ductos y las actividades de exploración y producción.10
Una de las principales causas de las deficiencias en infraestructura es la estructura de propiedad del sector eléctrico. Mientras la generación ha atraído inversiones privadas considerables, la transmisión y distribución permanecen dominadas por monopolios estatales o con limitada participación privada. Esta situación ha impedido que la infraestructura de redes se mantenga al ritmo del crecimiento del sector, aunque los productores independientes contribuyen de manera significativa en países como Brasil, Chile y Perú.
Un análisis del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) indica que la mayoría de los países latinoamericanos combinan propiedad pública y privada en la generación, mientras que transmisión y distribución siguen siendo principalmente públicas y, a menudo, monopolios. En México, por ejemplo, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) controla la red, y recientes cambios políticos han reducido las oportunidades de generación privada en favor de la estatal. Incluso en mercados más abiertos, la expansión de la transmisión avanza lentamente debido a procesos de permisos prolongados, conflictos de servidumbre de paso y presupuestos limitados, lo que retrasa la construcción de nuevas líneas. Como resultado, proyectos renovables en zonas remotas pueden estar listos para producir energía, pero la red necesaria para transportarla aún no lo está, como ocurre en el sur de Brasil y el norte de Chile.
Participación del sector público y privado en la generación, transmisión y distribución
Sin almacenamiento adecuado, las redes con alta proporción de energías renovables pierden flexibilidad y resultan más vulnerables a la inestabilidad. Por ello, las políticas públicas e inversión son fundamentales para superar estas deficiencias. El BID estima que la región necesitará más de 577 mil millones de dólares para el sector energético hacia 2030, a fin de cubrir la creciente demanda, cumplir con los estándares de confiabilidad y alcanzar los objetivos climáticos. De este total, unos 397 mil millones se destinarán a nueva capacidad de generación, transmisión y distribución, y alrededor de 180 mil millones a reemplazar o rehabilitar activos obsoletos. En otras palabras, además de construir nuevas centrales, se requieren recursos significativos para modernizar las redes e implementar soluciones de almacenamiento energético.
Estas necesidades de inversión superan ampliamente la capacidad del sector público, lo que resalta la importancia del capital privado y financiamiento multilateral. Entre 2016 y 2020, los inversionistas privados aportaron cerca del 75% de los recursos para el sector energético.11 De cara al futuro, el BID y el Banco Mundial destacan que las reformas regulatorias y la certidumbre política serán clave para atraer inversión privada en infraestructura de transmisión y distribución.
El capital privado ha respondido con entusiasmo a las oportunidades que ofrece la infraestructura energética en América Latina. Desde 2018, se han invertido más de 16.800 millones de dólares, gran parte en proyectos del sector.12 Al mismo tiempo, la inversión extranjera directa creció 7,1% y se incrementaron los anuncios de nuevos proyectos, reflejo de la urgente necesidad de infraestructura.13 En 2024, Macquarie Asset Management y ENGIE anunciaron una alianza para construir un gasoducto de 700 kilómetros en la Península de Yucatán. Esta inversión reforzará la infraestructura energética de México y respaldará la transición regional, con lo que la capacidad de transporte de gas natural en Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán se duplicará. El proyecto se ejecuta bajo un contrato de 30 años con la CFE, lo que garantizará el suministro de gas natural a las plantas de ciclo combinado recientemente construidas por la empresa estatal.
ExxonMobil, junto con sus socios Hess (adquirida por Chevron) y China National Offshore Oil Corporation (CNOOC), ha comprometido alrededor de 55 mil millones de dólares para desarrollar recursos petroleros marinos en el Bloque Stabroek de Guyana.14 Esta inversión abarca seis proyectos aprobados por el gobierno, centrados en unidades flotantes de producción, almacenamiento y descarga. Por su parte, Enel anunció en 2024 una inversión de dos mil millones de dólares durante los próximos tres años en Colombia, destinada a respaldar la transición energética y modernizar la infraestructura del país. Su plan incluye la actualización de redes de distribución y el fortalecimiento de la matriz energética nacional. La compañía lidera el mercado local de energía solar, al aportar el 34% de la electricidad al Sistema Interconectado Nacional (SIN).15
La creciente demanda mundial de energía limpia y confiable sigue presionando los sistemas eléctricos existentes, lo que exige mayores inversiones tanto en nuevos desarrollos como en la modernización de las instalaciones actuales. América Latina está bien posicionada para integrarse a esta tendencia, dado el desequilibrio entre sus abundantes recursos naturales y unas redes obsoletas, en gran medida bajo control estatal. La región ofrece una oportunidad atractiva para desarrollar infraestructura energética, tradicional y renovable, impulsada por factores de crecimiento a largo plazo como urbanización, electrificación y digitalización, todo ello en el contexto de una población en constante aumento.
Más allá de América Latina, la infraestructura (y los bienes raíces en general) protege las inversiones frente a la inflación al ofrecer fuentes alternativas de flujo de caja. La combinación de una estrategia de inversión sostenible a largo plazo con la posibilidad de movilizar capital de manera inmediata refuerza nuestra visión positiva sobre el papel fundamental de estos activos dentro de una cartera diversificada.
1 American Society of Civil Engineers (ASCE). 2025 America infra report card.
2 Inter-American Development Bank. The Energy Path of Latin America and the Caribbean. August 2022.
3 International Energy Agency. Latin America Energy Outlook 2023.
4 Inter-American Development Bank. The Energy Path of Latin America and the Caribbean. August 2022.
5 United Nations Development Programme. Data in the Clouds, Centers on the Ground: The Role of Data Centers in LAC’s Digital Future. April 15, 2025.
6 https://www.globalpetrolprices.com/electricity_prices/
7 Inter-American Development Bank. Energy Transition in Latin America and the Caribbean. March 06, 2024.
8 Inter-American Development Bank. Energy Transition in Latin America and the Caribbean. March 06, 2024.
9 Chile curtailed 6TWh of solar PV and wind power in 2024. January 13, 2025.
10 Reuters. Argentina logs largest energy trade surplus in 18 years in win for Milei. January 21, 2025.
11 How open to private-sector involvement is the electric power industry in Latin America and the Caribbean?. August 05, 2022.
12 World Bank Group. The Role of Private Capital in Shaping a Sustainable Future in Latin America and the Caribbean. September 08, 2024.
13 Economic Commission for Latin America and the Caribbean. July 17, 2025.
14 https://corporate.exxonmobil.com/locations/guyana/news-releases/11132024_500-million-barrels-of-oil-produced-from-guyanas-stabroek-block
15 https://www.enel.com/media/explore/search-news/news/2024/10/investments-renewable-energy-colombia
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