Estrategia de inversión
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Esta semana ha dado razones de sobra a los inversionistas para preocuparse: desde los rumores sobre el futuro del presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Jerome Powell, hasta el aumento de la inflación a medida que los aranceles se extienden por la economía. Sin embargo, las acciones resistieron y volvieron a alcanzar nuevos máximos.
¿El principal impulsor? Los fundamentos.
En resumen: los mercados no necesitan certezas absolutas para avanzar, sino fundamentos sólidos y un poco más de claridad. Las empresas estadounidenses están intensificando sus esfuerzos. Los riesgos son reales, pero también la resiliencia.
Las criptomonedas también han sido noticia con la “Semana de las Criptomonedas” en Washington. El Congreso aprobó la Ley GENIUS, el primero de tres proyectos federales destinados a regular su estabilidad. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, expresó su confianza en que la economía de monedas estables podría crecer de 195 mil millones de dólares a más de dos billones de dólares. Mientras tanto, Bitcoin superó la barrera de los 120 mil dólares.
Nuestra opinión: Aunque Bitcoin no es un verdadero diversificador de cartera, debido a su volatilidad y correlación positiva con activos de riesgo, ha ganado aceptación institucional. Lo consideramos una opción “out of the money”, es decir, una inversión con potencial para grandes ganancias, pero también con un alto riesgo de pérdida. No nos sorprendería que su popularidad siga creciendo, especialmente ante las preocupaciones persistentes sobre la diversificación de divisas. Sin embargo, es fundamental comprender qué es y qué no para tomar decisiones informadas.
A continuación, analizamos los últimos comentarios de Jamie Dimon, presidente ejecutivo de JPMorgan Chase, respecto del crédito privado y la industria en general.
Jamie Dimon ha advertido que el crédito privado podría convertirse en una "receta para una crisis financiera" si se gestiona inadecuadamente. Aunque algunos interpretan esto como un presagio catastrófico, en realidad es un llamado a adoptar prácticas responsables frente a los riesgos.
En los últimos meses, Dimon ha identificado riesgos como calificaciones opacas, apalancamiento agresivo, cláusulas restrictivas menos estrictas y vehículos ilíquidos con plazos de inmovilización de cinco a 10 años. Al trazar paralelismos con la crisis de las hipotecas subprime de 2008, ha señalado que la acumulación de pérdidas en el mercado de crédito privado (que actualmente tiene un tamaño similar al de los préstamos apalancados y bonos de alto rendimiento) podrían intensificar el estrés sistémico. Y no es el único con esta preocupación: el último Informe de Estabilidad Financiera de la Reserva Federal encuestó recientemente a profesionales en el sector de inversión financiera sobre posibles crisis económicas, y el crédito privado fue incluido en la lista.
Si bien las advertencias de Dimon resaltan riesgos reales, no deben interpretarse como una postura negativa hacia el crédito privado. Él defiende prácticas responsables y reconoce el potencial del sector, lo cual se refleja en el compromiso de 50 mil millones de dólares de JPMorgan en el mismo. Dimon afirma que «algunos aspectos del préstamo directo son positivos» y que esta clase de activos puede cubrir eficazmente las brechas dejadas por los bancos bajo Basel III y las tasas más altas, siempre que haya mayor transparencia, suscripción disciplinada y regulación prudente. En definitiva, el riesgo proviene de los actores malintencionados, no de la clase de activos. El crédito privado no es intrínsecamente peligroso, lo fundamental es una gestión correcta. Con una estructuración adecuada, puede generar retornos sólidos ajustados al riesgo sin generar problemas sistémicos.
1) El temor a que el crédito privado provoque una crisis sistémica es exagerado. Aunque el sector ha experimentado un crecimiento significativo, todavía representa una proporción reducida del endeudamiento corporativo total y no alcanza un volumen suficiente para generar un riesgo sistémico. En resumen: durante la última década, el endeudamiento corporativo ha crecido a una tasa anualizada del 5,5%, con un incremento del 3% de los préstamos bancarios comerciales e industriales y del 14,5% del crédito privado. Sin embargo, los activos bajo gestión de este último suman aproximadamente 1,2 billones de dólares, apenas 9% del total del endeudamiento corporativo. Si bien su tamaño es relevante, consideramos que no es lo suficientemente grande como para amenazar la economía en general.
Incluso al considerar la exposición directa de los bancos a los administradores de deuda privada, el riesgo sigue siendo limitado y resulta poco probable que provoque un efecto dominó capaz de desestabilizar el sistema bancario. Además, los préstamos bancarios a empresas de capital privado, firmas de desarrollo empresarial y administradores de deuda sumaron aproximadamente 320 mil millones de dólares el año pasado, de los cuales más de un tercio correspondió a estos últimos. Esta cifra es modesta en comparación con los dos billones de dólares en compromisos totales de préstamos a instituciones financieras no bancarias.
2) Se necesitaría una recesión económica significativa para que el sector registre retornos totales negativos. En los préstamos directos preferentes, los mayores rendimientos iniciales y la prioridad en la estructura de capital fortalecen la resiliencia y proporcionan un colchón contra posibles pérdidas. A modo de ejemplo simplificado, con un rendimiento inicial del 10% y apalancamiento de 2x durante un período de tenencia a largo plazo, las tasas de impago tendrían que superar el 6% y las de recuperación caer por debajo de 40% para que los retornos sean negativos.
Para contextualizar: al cierre del primer trimestre de 2025, las tasas de impago del crédito privado rondaban el 2,4%. En comparación, las de los bonos de alto rendimiento se situaban en torno al 1,5%, cifra inferior al promedio histórico de 25 años, que es aproximadamente del 3%. La última vez que estas tasas superaron el 6% fue durante la pandemia de COVID-19 y la crisis financiera mundial, y desde entonces las tasas de recuperación no han bajado del 40%. Es poco común que administradores de alta calidad enfrenten niveles tan elevados de impago junto con recuperaciones tan bajas.
3) Fundamentos más débiles que los de los mercados públicos exigen una mayor selectividad. El sector del crédito privado presenta una calidad inferior en comparación con los mercados públicos, incluidos los bonos de alto rendimiento y préstamos sindicados. En términos generales, la cobertura de intereses es menor (2,1x frente a 3,9x en los bonos públicos), el apalancamiento es mayor (5,6x frente a 4,6x) y los márgenes de EBITDA (utilidades antes de intereses, impuestos, depreciación y amortización) son más reducidos (14,9% frente a 16,4%).
¿La buena noticia? Históricamente, los inversionistas han sido recompensados por asumir un riesgo adicional, ya que el crédito privado ha superado a los bonos de alto rendimiento por alrededor de 150 puntos básicos durante la última década. Con la expansión del mercado, se prevé una mayor dispersión entre los administradores, lo que refuerza la necesidad de una selección rigurosa. En este contexto, nuestro equipo de due diligence juega un papel vital, enfocándose en identificar a aquellos administradores de alta calidad que cuentan con escala, equipos directivos experimentados y un historial comprobado de alcanzar los retornos objetivo con un deterioro mínimo.
En definitiva, existen riesgos y el sector no será inmune a una posible desaceleración económica. Aunque confiamos en que los administradores de alta calidad en préstamos directos sénior podrán afrontar el impacto de una recesión, recomendamos diversificar en distintos segmentos del crédito privado, incluyendo crédito respaldado por activos, mercados secundarios y crédito oportunista. Respecto a este último, si bien no prevemos un ciclo de crisis macroeconómica, podrían aparecer focos de dislocación conforme el crecimiento se modere, lo que generaría oportunidades para prestamistas especializados. De cara al futuro, anticipamos que los retornos se normalicen dentro de rangos históricos del 8% al 10% a medida que las tasas base disminuyan, lo que hace esencial la diversificación hacia otras áreas del crédito privado.
Los valores de crédito privado pueden ser ilíquidos, presentar riesgos significativos y pueden venderse o redimirse por más o menos que la cantidad original invertida. Existe un riesgo elevado de que los emisores de crédito privado y las contrapartes no realicen pagos sobre valores, acuerdos de recompra u otras inversiones. Tales incumplimientos podrían resultar en pérdidas para la estrategia. Además, la calidad crediticia de los valores mantenidos por la estrategia puede disminuir si cambia la condición financiera de un emisor. Una menor calidad crediticia puede llevar a una mayor volatilidad en el precio de un valor y en las acciones de la estrategia. Una menor calidad crediticia también puede afectar la liquidez y dificultar la venta del valor por parte de la estrategia. Los valores de crédito privado pueden estar calificados en la categoría de grado de inversión más baja o no estar calificados. Se considera que dichos valores tienen características especulativas similares a los valores de alto rendimiento, y los emisores de dichos valores son más vulnerables a cambios en las condiciones económicas que los emisores de valores de mayor calidad.
Todos los datos de mercado y económicos son de julio de 2025 y provienen de Bloomberg Finance L.P. y FactSet, a menos que se indique lo contrario.
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