Estrategia de inversión
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Durante la última década, los mercados privados de América Latina han pasado de ocupar un lugar periférico a convertirse en un actor relevante dentro de la actividad emprendedora. La región se ha consolidado como uno de los ecosistemas emergentes más dinámicos del mundo, impulsada por el talento local, rápida adopción digital y reformas regulatorias que están transformando sectores que van desde las finanzas hasta la logística.
Antes de la crisis por COVID-19, el crecimiento en la región era constante, aunque moderado, y muchas empresas en etapas tempranas enfrentaban dificultades para asegurar rondas de financiamiento posteriores. La irrupción de la pandemia aceleró la adopción digital en pagos, comercio electrónico, tecnología para la salud y logística, lo que generó un auge de la inversión. Las tasas de interés globales en mínimos históricos y la búsqueda de mayores rendimientos por parte de los inversionistas impulsaron las empresas de capital riesgo, que alcanzaron cerca de 16 mil millones de dólares en 2021.
Sin embargo, el aumento de las tasas en Estados Unidos y la menor disposición global al riesgo provocaron una caída abrupta de los flujos de inversión (se redujeron a unos cuatro mil millones de dólares en 2023). Más recientemente, el mercado ha comenzado a estabilizarse. En 2024, la inversión en etapas avanzadas repuntó un 55% interanual y el financiamiento de capital de riesgo se mantuvo en torno a los 4.500 millones de dólares, lo que refleja un enfoque más prudente y selectivo en la asignación de capital.1
Un rasgo distintivo de este ciclo es la creación sustancial de valor mientras las empresas permanecen en el ámbito privado. A escala global, las compañías están retrasando su salida a bolsa: en Europa, la mediana para realizar una oferta pública inicial (OPI) alcanzó los 29 años en 2025, frente a 15 en 20212, mientras que en Estados Unidos pasó de 10 años en 2018 a 13 en 2025.3 América Latina también refleja esta tendencia de “prioridad por lo privado”, impulsada por abundantes reservas de capital que permiten a las empresas fortalecer su rentabilidad y ampliar su cuota de mercado antes de contemplar una salida pública.
La resiliencia de la región se sustenta en factores estructurales. Brasil y México concentran cerca del 80% de las valuaciones de empresas emergentes privadas gracias a una combinación única de escala de mercado, concentración de capital, reformas normativas progresistas y brechas estructurales persistentes que crean un terreno fértil para la innovación. Ambos países figuran entre los principales destinos mundiales de inversión extranjera directa: en 2024, Brasil ocupó el séptimo lugar a nivel global, con entradas por 59 mil millones de dólares, mientras que México se ubicó en el undécimo, con 37 mil millones de dólares, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
Este capital global afectó los segmentos más profundos y líquidos, reforzados además por amplios fondos de ahorro doméstico (los fondos de pensiones en Brasil y las administradoras de fondos para el retiro, o Afores, en México), que aportan mayor estabilidad al ecosistema. La modernización regulatoria también ha desempeñado un papel decisivo: PIX en Brasil (método de pago más utilizado del país) y SPEI 24/7 en México (plataforma interbancaria de transferencias electrónicas en tiempo real) han sentado las bases de la infraestructura digital que impulsa el rápido crecimiento de las empresas de tecnología financiera y comercio electrónico.
Igual de importantes son las brechas en el acceso financiero. En 2021, uno de cada cuatro adultos en América Latina seguía sin acceso a servicios bancarios4 y solo una pequeña fracción de las pequeñas y medianas empresas calificaba para crédito formal debido a sistemas concentrados, amplios márgenes de interés y estrictos criterios de préstamo. Estas desigualdades generaron oportunidades para las compañías de tecnología financiera, cuyo número se cuadruplicó entre 2017 y 2023.5
El BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) de Brasil ha actuado como una fuente contra cíclica de financiamiento para la innovación, mientras que México se ha beneficiado de la ola de externalización cercana (nearshoring), que ha atraído niveles récord de inversión en manufactura y logística. En una región donde muchos países aún enfrentan controles cambiarios e impactos inflacionarios, ambos países destacan por contar con segmentos amplios aún poco explotados y con bases institucionales sólidas, lo que los posiciona como las plataformas más sólidas para el crecimiento escalable de los mercados privados en América Latina.
En este contexto, hemos analizado hacia dónde se están orientando los esfuerzos de inversión y cómo ha evolucionado la base de inversionistas en un entorno macroeconómico y geopolítico en constante transformación.
Como era de esperar, la mayor parte del interés en operaciones privadas se concentra en empresas de consumo discrecional, financieras y tecnológicas. Este patrón se alinea en gran medida con el comportamiento de los mercados públicos, ya que el Índice MSCI de Mercados Emergentes de América Latina tiene una exposición aproximada del 38% a esos sectores. Además, varias tendencias estructurales de crecimiento fortalecen este enfoque en áreas específicas, como la inteligencia artificial (IA) y sus proyectadas ganancias de eficiencia en actividades intensivas en mano de obra, especialmente en los servicios.
Dicho esto, hay varias operaciones destacadas en los últimos años que ilustran el interés sostenido en los mercados privados de la región.
Un ejemplo es Sul América S.A., cuya fusión en 2023 con Rede D’Or contó con el apoyo de Sao Luiz y The Carlyle Group. Esta combinación de dos de las mayores instituciones del sector salud en Brasil, orientada a integrar sus negocios de seguros y odontología, pone de relieve el dinamismo continuo de las operaciones privadas en la región. La transacción recibió además autorización incondicional, al no presentar riesgos para la competencia, lo que refleja la existencia de marcos regulatorios favorables en el país.
Prisma Medios de Pago es otro ejemplo reciente que evidencia el interés sostenido del capital riesgo en el sector tecnológico financiero durante la última década. La compañía, anteriormente perteneciente a un amplio grupo de bancos, se mantiene como el principal procesador de tarjetas de crédito y débito de Argentina. En 2019, la firma de capital privado Advent International adquirió una participación mayoritaria por 1.420 millones de dólares, lo que puso de relieve la creciente relevancia de este segmento para la recuperación de la economía local. A comienzos de este año, Advent evaluó la posibilidad de lanzar una OPI para reforzar su tesis de crecimiento, con una valuación superior a cinco mil millones de dólares.
Existen numerosos ejemplos dentro de los mercados privados, pero los factores que explican este crecimiento pueden atribuirse, al menos en parte, a la convergencia de tendencias estructurales persistentes. El mayor impulso al nearshoring derivado de la guerra comercial con Estados Unidos ha llevado a que multinacionales trasladen parte de su producción más cerca de su mercado principal, lo que ha incentivado flujos de capital hacia América Latina. Además, la recuperación posterior a COVID-19 ha estimulado inversiones sustanciales en infraestructura sanitaria, con el objetivo de fortalecer los sistemas locales y atender nuevas necesidades de salud pública. Este dinamismo se ve reforzado por reformas regulatorias que abren subsectores como la telesalud y contribuyen a diversificar aún más el panorama de inversión.
Para evaluar este sentimiento en los distintos países de América Latina, hemos utilizado datos de capital de riesgo, que ofrecen una perspectiva sobre la predisposición de los inversionistas a participar en segmentos de riesgo elevado y alto crecimiento dentro de los mercados privados.
Brasil destaca como el principal motor de este dinamismo gracias a su sólida infraestructura y a un marco regulatorio favorable, que han atraído importantes transacciones en sectores como salud y tecnología financiera, entre otros. Su consolidado ecosistema financiero y amplio mercado interno lo convierten en un escenario propicio para la integración y expansión de grandes instituciones, como lo demuestran recientes acuerdos en el ámbito sanitario.
México también se perfila como un mercado prometedor, con señales iniciales de fuertes flujos de capital impulsados por su posición estratégica para el nearshoring y un marco regulatorio en evolución que favorece el desarrollo de nuevas industrias, como la telesalud.
En conjunto, aunque el sentimiento de los inversionistas sigue siendo cauteloso en el contexto macroeconómico actual, Brasil y México están ganando protagonismo como polos clave de crecimiento, gracias a ventajas estructurales que les permiten atraer una amplia gama de inversiones de los mercados privados de toda América Latina.
Los inversionistas han recurrido cada vez más a operaciones privadas para captar oportunidades de crecimiento disruptivo. La intensa actividad en sectores como consumo discrecional, financiero y tecnológico (especialmente en Brasil y nuevos polos emergentes como México) es solo una muestra del potencial del ecosistema de mercados privados en la región. Además, el creciente protagonismo del capital local muestra un cambio estratégico en la asignación de recursos, que a su vez impulsa el dinamismo de un entorno de inversión en expansión.
Definiciones de índices:
MSCI Mercados Emergentes (EM) América Latina: El índice MSCI Mercados Emergentes (EM) América Latina representa empresas de gran y mediana capitalización de los países emergentes de América Latina. El índice cubre aproximadamente el 85% de la capitalización bursátil ajustada por free float (acciones en circulación) de cada país.
Todas las empresas mencionadas se presentan únicamente con fines ilustrativos y no constituyen una recomendación ni un respaldo por parte de J.P. Morgan en este contexto.
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