Estrategia de inversión
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Parece que ha pasado una eternidad desde la semana pasada, cuando los mercados celebraban la reanudación del ciclo de relajación monetaria. En su discurso del 24 de septiembre, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, advirtió que no existe un camino libre de riesgos: flexibilizar demasiado pronto podría dejar la inflación sin resolver, mientras que mantener una postura restrictiva por demasiado tiempo pondría en peligro el empleo.
Aunque aumentan los riesgos a la baja en el mercado laboral, también preocupa la persistencia de las presiones inflacionarias. Coincidimos en que el efecto de los aranceles sobre los precios probablemente sea transitorio y no un factor estructural a largo plazo. Sin embargo, el verdadero riesgo radica en un eventual cambio de las expectativas. Mantenemos la atención puesta en ambos frentes.
Ante la amenaza de estanflación, seguimos destacando la importancia de construir carteras resilientes y bien diversificadas. Al diseñarlas con este enfoque, priorizamos activos capaces de ofrecer protección frente a repuntes inflacionarios inesperados, en particular la renta variable y los activos reales. Cada uno de estos segmentos cuenta, además, con tendencias estructurales de crecimiento que pueden generar valor a lo largo de distintos entornos de mercado.
A pesar de las sólidas ganancias recientes en los mercados y del aumento de las valuaciones, mantenemos una visión constructiva sobre la renta variable a nivel global y no consideramos que exista una burbuja. En las principales regiones, el repunte está respaldado por un sólido crecimiento de las utilidades, una amplia participación sectorial y el impacto inicial de temas transformadores como la inteligencia artificial (IA).
En Estados Unidos, el crecimiento de las utilidades y la capacidad de adaptación continúan impulsando el desempeño. Durante el segundo trimestre, el S&P 500 registró un incremento cercano al 12% en las utilidades por acción, con una participación generalizada de los distintos sectores.
Desde una perspectiva global, el estímulo fiscal en Europa y el aumento del gasto en defensa generan nuevos vientos de cola estructurales. En Asia, mercados como Taiwán y Corea del Sur se benefician del ciclo global de inversión tecnológica. Por su parte, India (pese a su reciente desempeño inferior) ofrece un punto de entrada atractivo, respaldado por la relajación monetaria y reducciones impositivas, factores que podrían dinamizar el consumo y reactivar el crecimiento de las utilidades domésticas.
Aunque las valuaciones generales han aumentado, consideramos que están justificadas por expectativas de utilidades alcanzables y por potentes tendencias estructurales de largo plazo que se están desarrollando en las distintas regiones y sectores.
Seguimos favoreciendo las acciones de gran capitalización en Estados Unidos, especialmente en los sectores tecnológico, financiero y de servicios públicos, todos bien posicionados para beneficiarse de la inversión impulsada por la IA, las políticas de apoyo y un sólido dinamismo en las utilidades.
En Europa destacamos los sectores industrial, financiero, de materiales y servicios públicos con enfoque doméstico, respaldados por el estímulo fiscal y el aumento del gasto en defensa. En Asia, vemos las mejores oportunidades en Taiwán y Corea del Sur, líderes en semiconductores y tecnología. India, por su parte, ofrece un punto de entrada atractivo, aunque somos conscientes de los riesgos asociados al comercio internacional.
Si ampliamos ligeramente el universo de inversión, las acciones de mercados emergentes fuera de China también resultan interesantes, ya que la política monetaria se flexibiliza y las perspectivas de crecimiento mejoran.
En conjunto, preferimos sectores y regiones con fundamentos sólidos, políticas de apoyo claras y exposición a tendencias estructurales de largo plazo.
La infraestructura y los activos reales figuran entre nuestras principales recomendaciones, ya que pueden funcionar como una cobertura eficaz en caso de que los aranceles empiecen a trasladarse a la inflación de servicios o una menor independencia de la Reserva Federal amenace su objetivo inflacionario de largo plazo. Estas inversiones ofrecen una fuente adicional de retornos diversificados que puede adaptarse a distintos entornos inflacionarios. A esta consistencia se suman potentes motores de crecimiento estructural, muchos de ellos de alcance global, como el aumento acelerado de la demanda de energía y la necesidad de ampliar la infraestructura energética.
Los activos reales son esenciales para la vida cotidiana y abarcan una amplia gama de subsectores: viviendas multifamiliares y unifamiliares, residencias estudiantiles, energía, transporte, logística, infraestructura digital y de comunicaciones, centros de datos, energía renovable, así como infraestructura sostenible e industrial. Su sensibilidad a la inflación y beneficios de diversificación constituyen sus principales propuestas de valor para los inversionistas.
Muchos activos de infraestructura generan ingresos mediante contratos de largo plazo con ajustes por inflación, como autopistas de peaje, servicios públicos y plataformas de energía regulada. Esta estructura permite preservar el poder adquisitivo y mantener flujos de ingresos estables, incluso cuando los precios aumentan.
Históricamente, los activos reales globales básicos han mostrado baja correlación con los mercados públicos (renta variable y fija global) y con otras inversiones alternativas (como préstamos directos, capital de riesgo, capital privado y fondos de cobertura), lo que contribuye a reducir la volatilidad total de la cartera. Sus flujos de efectivo estables y vinculados a la inflación proporcionan consistencia y resiliencia, independientemente de las condiciones generales del mercado.
El entorno distintivo de la región también pone de relieve la importancia global de invertir en activos reales como cobertura eficaz frente a la inflación. Tal como analizamos en “El potencial global de América Latina: Oportunidades de crecimiento en infraestructura energética”, la necesidad de modernizar y ampliar los servicios esenciales es una tendencia mundial, impulsada por el aumento de la demanda, la innovación tecnológica y el imperativo de generar retornos resilientes y vinculados a la inflación.
En resumen: A medida que la demanda de electricidad se acelera en todo el mundo (con proyecciones que apuntan a un crecimiento anual cercano al 4%) y los avances tecnológicos, como la inteligencia artificial, incrementan el consumo energético en los centros de datos, la presión por modernizar infraestructuras obsoletas nunca ha sido tan intensa.
En América Latina, las oportunidades de inversión en infraestructura energética resultan especialmente evidentes. A pesar de desafíos significativos (ineficiencias en la transmisión, falta de inversión en la resiliencia de las redes y elevados niveles de pérdidas técnicas y no técnicas), la abundancia de recursos naturales y el ritmo acelerado de urbanización impulsan la demanda tanto de proyectos tradicionales como de energías renovables.
El capital privado ya está fluyendo hacia iniciativas que buscan cerrar estas brechas, como lo demuestran importantes acuerdos en oleoductos y expansión de energías renovables. Esta dinámica está impulsando el desarrollo de soluciones energéticas que se apoyan en tendencias de crecimiento de largo plazo y ofrecen beneficios que van más allá de la simple protección frente a la inflación.
Integrar las piezas: Con los elevados riesgos que presenta hoy el mercado, la construcción de carteras cobra una importancia cada vez mayor y debe integrar todos estos elementos. Protegerse frente a la inflación mediante inversiones que se benefician de utilidades nominales (renta variable) o que presentan baja correlación con los mercados y menor sensibilidad a la inflación (infraestructura y activos reales) constituye una de las herramientas clave dentro de un conjunto más amplio orientado a mejorar la experiencia de inversión de los clientes.
En definitiva, diversificar la exposición entre renta variable, infraestructura, bienes raíces y otros sectores esenciales sigue siendo una de las estrategias más confiables para proteger las carteras frente a la inflación y mejorar la estabilidad en un entorno de incertidumbre de política monetaria y económica.
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