Estrategia de inversión
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Los mercados celebraron el fin del cierre de gobierno más largo de la historia. Las acciones estadounidenses subieron tras conocerse el acuerdo, pero luego cedieron esas ganancias, presionadas por la caída de las empresas tecnológicas de gran capitalización debido a la inquietud en torno al gasto en inteligencia artificial (IA).
Ahora, los inversionistas esperan con gran expectación una oleada de datos económicos en las próximas semanas, que ayudarán a orientar la decisión de la Reserva Federal en la reunión de diciembre. Actualmente, la probabilidad está igualmente dividida entre que se anuncie o no un recorte de tasas.
Estamos listos para publicar nuestras Perspectivas 2026 este próximo lunes, pero antes queríamos revisar nuestro análisis previo y evaluar qué pasó con nuestras principales proyecciones.
Hace seis meses, nuestras Perspectivas de Medio Año 2025 invitaban a estar “cómodamente incómodos”: mantenerse invirtiendo, pero con mayor resiliencia. En ese momento, la incertidumbre era elevada: revisiones arancelarias, un panorama de política incierto y tensión entre condiciones financieras más laxas e inflación persistente.
Entonces, afirmábamos que la economía atravesaría ese bache sin entrar en recesión y que seguiría respaldando el avance de los mercados.
Desde junio, los mercados han escalado el muro de la preocupación y registrado un repunte generalizado: oro (+26%), mercados emergentes (+23%), S&P 500 (+16%), Euro Stoxx 50 (+16%) y bonos globales agregados (+7%), todos por encima del efectivo (+2%). En su momento planteamos cinco pilares para el resto del año y, a continuación, presentamos nuestra evaluación de lo que anticipamos entonces, lo que finalmente ocurrió y lo que hemos aprendido.
Los inversionistas estaban inquietos, y con razón. Había motivos claros de preocupación (aranceles, migración, incertidumbre legal) y razones válidas para el optimismo (desregulación y políticas favorables al sector empresarial).
Nuestra evaluación entonces: Preveíamos que los aranceles y la incertidumbre en materia de políticas afectarían a ciertos sectores, pero confiábamos en que los sólidos márgenes corporativos, un mercado laboral firme y el ciclo de inversión en capital impulsado por la IA funcionarían como amortiguadores. Sosteníamos que la economía podría mostrar cierta debilidad, pero no quebrarse, y que los vientos a favor de carácter secular (en especial la inteligencia artificial) ayudarían a estabilizarla de cara a 2026.
Los aranceles afectaron a varios segmentos de la economía: la contratación se desaceleró de forma pronunciada y la incertidumbre del consumidor sobre la política comercial se ha disparado. No obstante, los mercados retomaron su avance, impulsados por el ciclo de inversión en inteligencia artificial y la expectativa de un mayor respaldo derivado de una política monetaria más flexible y de los beneficios de “Una gran y hermosa ley” (One Big Beautiful Bill). La inversión concentrada en IA (especialmente por parte de los hiperescaladores) aportó cerca de la mitad del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de 2025 a través del gasto en capital y la inversión.
En síntesis: Los aranceles fueron un obstáculo, pero el crecimiento persistió, impulsado por la inteligencia artificial y una política más flexible. Tal como anticipábamos, estas fuerzas deberían contribuir a una mayor estabilidad de cara a 2026. Aunque las medidas comerciales siguen siendo una fuente de incertidumbre, los mercados descuentan un impacto limitado y la economía mantiene signos claros de resiliencia.
Señalábamos un cambio de régimen: el entorno de baja inflación y tasas reducidas quedó atrás y ha dado paso a riesgos tanto al alza como a la baja y a una incertidumbre política constante.
Nuestra evaluación entonces: La inflación después de la pandemia elevó los precios, lo cual no representó necesariamente un riesgo directo para los mercados, pero sí un desafío real para las carteras. Aun con la incertidumbre, considerábamos que la Reserva Federal tendría margen para recortar las tasas. En ese contexto, el objetivo era (y sigue siendo) los diversificadores que no se mueven al unísono y que pueden superar al efectivo por sí solos, como los fondos de cobertura, la infraestructura y el oro.
La inflación de 2021–2022 dejó las expectativas elevadas e hizo aún más importante proteger las carteras de presiones inflacionarias más persistentes y volátiles, así como de la correlación positiva entre acciones y bonos. Los aranceles representan riesgos alcistas hacia adelante, aunque un repunte significativo de los precios no es nuestro escenario base. La Reserva Federal ha retomado los recortes de tasas a pesar de que la inflación permanece por encima del objetivo, y el oro ha subido casi un 30% desde nuestras perspectivas de mitad de año.
En síntesis: El repunte de la inflación generó una correlación positiva entre acciones y bonos. Si bien no representó un riesgo directo para los mercados, sí fue un reto importante para las carteras. Aunque no preveíamos que este comportamiento se generalizara (y lo seguimos creyendo), los precios elevados continúan siendo una amenaza para el patrimonio personal. Mantener mucho efectivo en este entorno puede erosionarlo de forma silenciosa y permanente, por lo que seguimos resaltando la importancia de una diversificación sólida de cara a 2026.
La supremacía del dólar fue puesta en duda, especialmente después del “Día de la Liberación”, que desencadenó una amplia venta de activos estadounidenses y dejó a los inversionistas preguntándose si se trataba de un retroceso temporal o de un cambio estructural.
Nuestra evaluación entonces: Interpretábamos este movimiento como una tendencia bajista, no como un desplome. Nuestros modelos venían indicando desde hacía años que el dólar estaba sobrevalorado y proyectábamos una depreciación cíclica impulsada por un menor crecimiento, salidas de capital de activos estadounidenses y tasas más bajas. Aun así, su papel como ancla del sistema permanecía intacto.
Hoy el dólar acumula una caída cercana al 8%, reflejo de expectativas de crecimiento más moderado en Estados Unidos, diferenciales de tasas más estrechos y una actividad económica más sólida en el exterior. La salida de activos denominados en dólares ya se ha producido y esperamos que, de cara al próximo año, las tasas de interés sean el principal motor de los movimientos cambiarios. La diversificación sigue siendo nuestra recomendación clave, con avances significativos en Europa y mercados emergentes como Taiwán y Corea del Sur.
En síntesis: Dijimos “tendencia a la baja, no colapso”: el dólar podría perder algo de brillo, pero seguiría siendo el ancla del sistema. Desde entonces, esa previsión se ha cumplido. De cara al futuro, creemos que ya llegó a su punto de equilibrio y esperamos que se mantenga dentro de un rango acotado alrededor de los niveles actuales.
Hace seis meses, la inteligencia artificial había perdido protagonismo a medida que los aranceles dominaban la conversación y los valores vinculados con esta tecnología lideraban la caída de marzo.
Nuestra evaluación entonces: No debía subestimarse la IA solo porque ya no acaparara titulares. La expansión seguía en marcha, los costos continuaban disminuyendo y las capacidades avanzaban. Veíamos oportunidades duraderas en el ecosistema más amplio: semiconductores, infraestructura de nube y centros de datos, software y habilitadores de la “vieja economía”, como energía y redes.
La fortaleza y el impulso del tema estaban lejos de agotarse. Desde el 1 de junio hemos observado 11 acuerdos importantes de infraestructura de IA y nueve de ellos (divulgados) suman cerca de 500 mil millones de dólares en inversión potencial, liderados por OpenAI, Nvidia y AWS. En ese mismo periodo, el sector tecnológico prácticamente ha duplicado los retornos del S&P 500, lo que subraya la magnitud y resiliencia de esta tendencia.
En síntesis: Aun con el ruido y una economía que volvía a la normalidad, el universo más amplio de la IA registró un avance sólido. A medida que se disipó el temor en torno a los aranceles, los mercados retomaron el foco en lo fundamental: los indicadores base, la inversión en capital y el crecimiento de utilidades a lo largo de toda la cadena de valor de la IA.
Al inicio del segundo mandato del presidente Donald Trump, las expectativas sobre el dinamismo en los mercados de capitales eran elevadas; sin embargo, una vez en el cargo, las esperanzas de un impulso plenamente favorable al sector empresarial se desvanecieron ante una pausa en las operaciones corporativas.
Nuestra evaluación entonces: Sosteníamos que la maquinaria de acuerdos estaba detenida, pero no agotada. Tasas más altas e incertidumbre política frenaron las fusiones y adquisiciones, las ofertas públicas iniciales y las compras apalancadas. No obstante, un mercado accionario más firme, crédito disponible y un considerable volumen de capital listo para invertirse creaban las condiciones para un rebote tan pronto la trayectoria de tasas y el entorno político ofrecieran mayor claridad.
Y eso fue exactamente lo que ocurrió. En lo que va de año, el valor global de las operaciones asciende a 3.8 billones de dólares y los primeros tres trimestres registran un aumento de 35% frente al mismo período de 2024. Además, nos encaminamos hacia el mayor número de transacciones por encima de 30 mil millones de dólares en la historia.
En síntesis: Una mayor visibilidad y un entorno político más definido reactivaron las operaciones corporativas. Con los fundamentos nuevamente al centro, nos encaminamos al segundo mejor año de la historia para los acuerdos globales.
En general, nuestro análisis de medio año se confirmó: la economía mostró cierta debilidad, pero no se quebró; la IA siguió actuando como motor de las utilidades; la actividad de acuerdos recuperó impulso; los aranceles impactaron más los precios que el crecimiento; y gran parte de la depreciación del dólar ya se materializó. El mensaje clave permanece intacto: continúe invirtiendo, mantenga una amplitud de cartera y utilice la volatilidad para fortalecer su posición, no para quedar al margen.
Manténgase atento a la publicación de nuestras “Perspectivas 2026: Promesa y presión”, donde presentaremos los factores clave para el año entrante.
Índice de Sentimiento del Consumidor de Michigan:
El Índice de Sentimiento del Consumidor de Michigan es un informe mensual elaborado por la Universidad de Michigan que mide las percepciones y actitudes económicas de los consumidores estadounidenses.
Índice Dólar Estadounidense (DXY):
El Índice Dólar Estadounidense (DXY) es una herramienta utilizada para evaluar la fortaleza o debilidad del dólar estadounidense frente a una canasta de las principales monedas internacionales.
Índice Standard & Poor’s 500 (S&P 500):
El Standard & Poor’s 500, conocido comúnmente como S&P 500, es un índice bursátil que refleja el desempeño de las acciones de 500 empresas líderes que cotizan en las bolsas de valores de Estados Unidos.
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