La fragmentación global y la creciente competencia por los recursos han colocado a América Latina (especialmente a Sudamérica) en el centro de las discusiones estratégicas. Como destacamos en nuestras Perspectivas 2026, la región concentra muchos de los insumos de los que depende cada vez más la economía mundial y, en particular, la acelerada revolución de la inteligencia artificial (IA). Aunque gran parte del debate sobre esta tecnología se enfoca en los algoritmos, los datos y la capacidad de cómputo, su rápida expansión está condicionada por el acceso a un conjunto limitado de minerales críticos.
La demanda de minerales críticos necesarios para la IA, la seguridad energética y la industria militar han impulsado a numerosos gobiernos a reforzar la confiabilidad del suministro. No obstante, estos materiales enfrentan una vulnerabilidad creciente, debido a la alta concentración de la producción e incremento de restricciones a las exportaciones.
A medida que las cadenas de suministro globales se diversifican y el mundo compite por asegurar fuentes confiables de minerales críticos, la incomparable base de recursos de América Latina se ha vuelto indispensable para el futuro de la tecnología y la electrificación. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), para 2035 los déficits de suministro podrían alcanzar entre 20% y 40% en el caso del cobre y entre 30% y 60% en el del litio. Esto subraya tanto la urgencia de desarrollar nuevos proyectos como la importancia estratégica de las reservas latinoamericanas, en un escenario donde la demanda global continúa superando con creces a la oferta.
A pesar de las abundantes reservas, poner en marcha nuevas minas es un proceso largo: en promedio, los proyectos tardan más de 16 años entre el descubrimiento e inicio de la producción. Esto hace que las iniciativas en etapas avanzadas y el impulso de políticas públicas en la región sean aún más determinantes para satisfacer la demanda futura.
Los chips, los centros de datos, los sistemas de refrigeración y las baterías de respaldo dependen de un escaso conjunto de minerales que no tienen sustitutos viables y tienen una fuerte concentración geográfica. Según la AIE, la demanda anual de recursos clave como el litio aumentó cerca de 30% en 2024, muy por encima del 10% observado hace una década. Conforme la infraestructura de IA se expande, la necesidad de estos insumos avanza a un ritmo todavía más acelerado.
De acuerdo con las Perspectivas Globales sobre Minerales Críticos de la AIE, los minerales más relevantes para la expansión de la infraestructura de IA son el litio, el cobre, el níquel y los elementos de tierras raras, ya que posibilitan el suministro de energía, almacenamiento eléctrico y fabricación de hardware especializado que sostiene la capacidad de cómputo a gran escala y la fiabilidad de los centros de datos.
El litio es el principal material de las baterías de ion-litio modernas, que proporcionan tanto almacenamiento a escala de red como energía ininterrumpida para centros de datos e instalaciones periféricas. Estas baterías estabilizan el suministro durante los picos de demanda, compensan la intermitencia de las energías renovables y ofrecen un respaldo inmediato para clústeres de unidades de procesamiento gráfico y servicios de alta disponibilidad.
Si bien existen otras tecnologías, la de ion-litio sigue siendo la predominante en los centros de datos, ya que combina de forma única una alta densidad energética, tiempos de respuesta rápidos y una madurez comercial superior. Ninguna alternativa ofrece estas características a escala. La demanda global de litio continúa creciendo con fuerza y la AIE proyecta que podría multiplicarse por cinco hacia 2040.
América Latina ocupa un lugar central en esta dinámica: Chile y Argentina son, respectivamente, el primer y el tercer país del mundo en reservas económicamente explotables, y Estados Unidos obtiene la mayor parte de su carbonato de litio de la región. En 2024, Chile aportó el 59% de las importaciones totales y Argentina el 39%.
El cobre es la columna vertebral eléctrica de la infraestructura de IA. Conduce la energía dentro de los centros de datos, conforma el cableado de los bastidores de servidores y posibilita las conexiones internas entre instalaciones. También es indispensable para los sistemas de refrigeración, calefacción, ventilación y aire acondicionado de gran capacidad. Los entornos de computación de alto rendimiento y los centros de datos de gran tamaño requieren enormes volúmenes de cobre para transformadores, celdas de media y alta tensión y equipos de distribución eléctrica, sin que exista un sustituto rentable a esa escala.
América Latina desempeña un papel decisivo en este ámbito, ya que concentra entre 40% y 46% de la producción mundial de cobre. Solo Chile produjo alrededor de 5,3 millones de toneladas en 2024, cerca de una cuarta parte del total global. En conjunto, la región aporta 40% de la producción mundial y 38% de las reservas conocidas, y Chile, por sí solo, representa 27% del cobre del planeta.
En el caso de Estados Unidos, más del 90% de sus importaciones de cobre refinado provino de Chile, Perú y Canadá.
El níquel es un componente esencial en las baterías de alta densidad energética, como las NMC (níquel-manganeso-cobalto) y NCA (níquel-cobalto-aluminio). Estas tecnologías ofrecen una vida útil más prolongada, mayor capacidad y mejor estabilidad térmica. Estas características son esenciales para el almacenamiento eléctrico de larga duración, los vehículos eléctricos que alimentan la logística habilitada por IA y los sistemas de cómputo móvil para los que la fiabilidad es determinante.
La AIE prevé que la demanda de níquel prácticamente se duplique hacia 2040. América Latina, por su parte, tiene un peso notable: Brasil alberga la tercera reserva más grande del mundo y, en conjunto, la región tiene más del 20% de las reservas globales, lo que la convierte en un proveedor estratégico a largo plazo.
Los elementos de tierras raras son esenciales para fabricar imanes permanentes de alta resistencia que se utilizan en ventiladores de refrigeración, motores de precisión, unidades de almacenamiento para servidores, componentes de electrónica de potencia y otros elementos críticos dentro de los sistemas de cómputo. Entre los más relevantes para imanes de grado industrial destacan el neodimio, praseodimio, disprosio y terbio, que permiten producir aleaciones NdFeB (neodimio-hierro-boro) y otros imanes de alto rendimiento.
El uso de estos materiales en imanes permanentes puede generar hasta un 40% de ahorro energético en comparación con motores convencionales. Actualmente, China controla entre 60% y 70% de la producción minera de tierras raras y una proporción aún mayor de la capacidad mundial de procesamiento. Brasil, por su parte, concentra entre 20% y 25% de las reservas globales. Aunque su producción actual es limitada, se están desarrollando nuevos proyectos orientados a tierras raras para imanes, lo que convierte a la región en una alternativa estratégica a largo plazo, especialmente a medida que la demanda continúa en aumento.
La plata es el metal con mayor conductividad eléctrica y se emplea ampliamente en la electrónica: conectores, placas de circuito impreso, materiales de contacto, equipos de redes y sistemas de gestión térmica en centros de datos. También es un insumo clave para la energía solar fotovoltaica, ya que cada gigavatio de capacidad instalada requiere entre 10 y 13 toneladas métricas de este metal.
América Latina tiene un papel protagónico en este mercado: México y Perú se mantienen entre los mayores productores del mundo, y la región concentra más del 36% de las reservas globales. Más allá de su uso industrial, la plata también actúa como reserva de valor y suele moverse en estrecha relación con el oro en períodos de incertidumbre macroeconómica, lo que agrega una dimensión financiera a su importancia para la región.
En el contexto de la infraestructura de IA, la plata desempeña un papel complementario más que central: mejora la confiabilidad, conductividad y eficiencia de los componentes electrónicos, aunque no funciona como un insumo estructural de gran volumen, a diferencia del cobre o el litio.
La riqueza mineral de América Latina la convierte en un pilar fundamental de la cadena de suministro de la IA. No obstante, para materializar ese potencial se requieren políticas gubernamentales proactivas y estrategias nacionales bien definidas.
Los gobiernos de la región están avanzando en políticas orientadas a desarrollar su potencial en minerales críticos. Brasil está agilizando los permisos e invirtiendo en procesos de mayor valor agregado para el litio y las tierras raras, y proyecta atraer 18 mil millones de dólares en inversiones para 2029, destinados a nuevas minas e instalaciones de procesamiento. Por su parte, Argentina ofrece incentivos fiscales y facilidades de inversión para acelerar el desarrollo del litio y captar capital global. En Chile, la Estrategia Nacional del Litio promueve un modelo de asociación público-privada liderado por el Estado para el litio y el cobre, con el objetivo de equilibrar el control soberano e innovación del sector privado.
En toda América Latina, estas iniciativas están impulsando el desarrollo de nuevos proyectos y afianzando el papel de la región como columna vertebral de la cadena global de suministro de minerales críticos.
Sin embargo, a pesar de contar con algunas de las mayores reservas del mundo, gran parte del procesamiento intermedio (conversión del mineral en productos químicos aptos para baterías, cobre refinado u óxidos de tierras raras separados) sigue realizándose fuera de la región. Esto ocurre especialmente en China, que concentra cerca del 70% de la capacidad mundial de procesamiento de minerales clave para baterías e imanes.
El cobre es un ejemplo claro. Si bien América Latina aporta más del 40% del suministro mundial, una parte sustancial de la capacidad de refinación y fundición se encuentra en Asia. Este desajuste revela la brecha entre la fortaleza geológica de la región y su limitada capacidad de procesamiento intermedio, lo que impulsa a compradores internacionales a asegurar acuerdos de suministro a largo plazo (en las etapas iniciales de producción) con países latinoamericanos.
A medida que las políticas públicas y la inversión aceleran nuevos proyectos en toda América Latina, conviene recordar que el suministro de largo plazo depende, en última instancia, de la dotación geológica de la región. Aunque gran parte del debate gira en torno al refinamiento y procesamiento, es la geología (la etapa upstream) la que determina el límite de producción futura. La capacidad de procesamiento puede ampliarse con inversión y marcos regulatorios adecuados, pero los recursos minerales son finitos y el control de esa fase inicial se ha convertido en el principal factor estratégico para gobiernos y compradores.
Asegurar contratos de suministro a largo plazo, adquirir participaciones en minas o formar alianzas estables con productores en la etapa upstream tiene un impacto mucho mayor en la resiliencia que centrarse únicamente en el procesamiento intermedio. Es ese acceso temprano el que convierte el potencial geológico en un suministro confiable.
Aunque el reciclaje y las iniciativas de economía circular cobrarán mayor relevancia, la AIE estima que solo podrían reducir entre 10% y 30% la necesidad de nueva extracción para 2030. Por ahora, la extracción primaria (un ámbito en el que América Latina destaca) sigue siendo esencial.
En conjunto, América Latina se encuentra en la intersección de diversas iniciativas de inversión y esfuerzos diplomáticos que compiten entre sí. China ha ampliado su presencia en la minería e infraestructura portuaria, mientras que Estados Unidos, Europa y Japón responden con programas de cooperación e iniciativas comerciales orientadas a diversificar las fuentes de abastecimiento. La cadena de suministro de muchos minerales críticos continúa altamente concentrada: los tres principales países refinadores reúnen más del 80% de la producción mundial, y China, por sí sola, controla cerca del 70% de la capacidad global de refinación de materiales clave como litio, grafito y tierras raras.
Esta concentración eleva los riesgos en la cadena de suministro y aumenta el valor estratégico de diversificar el abastecimiento upstream en América Latina para los compradores internacionales. Como el procesamiento intermedio también se encuentra concentrado en un grupo reducido de países, contar con fuentes variadas en las etapas iniciales (y con los socios capaces de proveerlas) se ha vuelto un componente central de las estrategias de abastecimiento, tanto a nivel nacional como corporativo.
La era que se avecina no estará definida únicamente por los algoritmos de IA o los modelos de ciencia de datos, sino también por los minerales que sostienen los sistemas de cómputo, almacenamiento energético y distribución eléctrica. América Latina, con una base incomparable de recursos, posee lo que Estados Unidos y otros líderes tecnológicos no tienen. A medida que se perfilan déficits de suministro y el mundo compite por asegurar fuentes confiables, posicionarse temprano en los activos minerales upstream puede ser clave para capturar la próxima ola de crecimiento global.
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