Estrategia de inversión
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La historia de América Latina está marcada por contrastes. Es una región rica en recursos, estratégicamente ubicada y con una población joven y dinámica. Sin embargo, durante décadas ha tenido dificultades para transformar estas ventajas en prosperidad sostenida. Inversionistas y líderes empresariales han oscilado entre el optimismo y la decepción, atraídos por su potencial, pero frustrados por tropiezos recurrentes.
La noción de un potencial aún no aprovechado ha persistido a lo largo del tiempo. La participación de América Latina en el Producto Interno Bruto (PIB) y en la inversión mundial se ha mantenido obstinadamente baja, y sus economías no han logrado romper los ciclos de auge y caída. A medida que se acerca 2026, una singular combinación de cambios en el entorno internacional y dinámicas internas, se abre una ventana de oportunidades que se percibe claramente distinta a las del pasado. La transición hacia modelos digitales y sostenibles, la reconfiguración de las cadenas de suministro y una mayor moderación política están redefiniendo las perspectivas.
Si los gobiernos logran aprovechar estos vientos a favor y, al mismo tiempo, abordar la fragilidad fiscal, desigualdad e inseguridad, América Latina podría finalmente empezar a materializar el potencial que durante tanto tiempo se le ha reconocido.
Nuestra publicación llegará en enero y ofrecerá un análisis de las grandes fuerzas que, a nuestro juicio, darán forma a América Latina en los próximos años. Hemos identificado tres grandes tendencias que definirán la próxima etapa: potencial no aprovechado, contexto global que impulsa nuevas oportunidades y convergencia entre política y macroeconomía.
1. Potencial no aprovechado.
La abundancia de América Latina es incuestionable. Alberga vastas reservas de cobre y litio; el denominado “triángulo del litio” (Chile, Argentina y Bolivia) concentra más del 60% de los recursos y más del 45% de las reservas mundiales. En conjunto, Chile y Perú aportan cerca del 40% de la producción global de cobre, mientras que Brasil es un proveedor relevante de níquel y tierras raras. Más allá de la minería, varios países destacan como grandes exportadores de soja, carne, café y otros productos básicos, lo que refuerza el papel estratégico de la región en las cadenas de suministro internacionales.
Sin embargo, esta riqueza no se ha traducido en prosperidad generalizada. En las últimas dos décadas, el crecimiento del PIB real regional ha quedado rezagado frente a los promedios globales y de otros mercados emergentes, y su participación en el PIB mundial sigue siendo modesta, en torno al 6%. La inestabilidad política y fragilidad fiscal han erosionado la confianza de los inversionistas y dejado a los gobiernos expuestos a impactos externos, mientras que la desigualdad continúa alimentando tensiones sociales y frenando la consolidación de una clase media sólida.
Cada año, el crimen y la violencia representan un costo estimado del 3,44% del PIB regional, con Colombia y México entre los países más afectados. Las remesas contribuyen a sostener la demanda interna, pero esta dependencia expone a las economías a cambios en el mercado laboral de Estados Unidos. La confianza pública en las instituciones sigue siendo baja: solo el 35% de la población tiene una confianza alta o moderadamente alta en su gobierno. El coeficiente de Gini de la región promedia 0,46, muy por encima del promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que se sitúa en 0,32.
La demografía es un factor clave para el desarrollo. Con una edad media de apenas 31 años, América Latina cuenta con una población joven que impulsa la expansión de la fuerza laboral y sostiene una demanda de consumo relativamente estable, lo que la diferencia de economías más envejecidas como China (38) y Europa (48). Durante décadas, los inversionistas globales han esperado señales de que pueda, por fin, romper este ciclo y convertir sus ventajas en resultados tangibles.
2. El contexto global impulsa nuevas oportunidades.
Las tendencias internacionales comienzan a jugar a favor de América Latina. El avance hacia economías digitales y sostenibles está incrementando la demanda de minerales críticos, energía y seguridad alimentaria. Al mismo tiempo, las empresas están reconfigurando sus cadenas de suministro, y la externalización cercana está canalizando nuevas inversiones hacia México, Centroamérica y Sudamérica.
Este cambio ya se refleja en los flujos de capital. La inversión extranjera directa anual ha alcanzado los 280 mil millones de dólares, más del doble que hace dos décadas, a medida que los inversionistas internacionales buscan una mayor exposición a los sectores de energía, minería y tecnología. Brasil, México, Chile y Perú se han consolidado como los principales destinos de estas inversiones.
3. Política y macroeconomía.
Este año marca un punto de inflexión para la región, en un momento en el que confluyen fuerzas políticas y económicas que definirán el panorama de los próximos años. Las elecciones en Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Bolivia muestran un giro hacia liderazgos más centristas y pragmáticos, como respuesta a una ciudadanía que busca estabilidad y crecimiento tras años de volatilidad.
Por ejemplo, las elecciones de 2023 en Argentina dieron paso a un gobierno con una orientación favorable a los mercados, enfocado en la consolidación fiscal y la desregulación. En Brasil, se espera que la próxima contienda presidencial se centre en la disciplina fiscal e inversión en infraestructura. Colombia y Chile avanzan hacia escenarios políticos menos polarizados y priorizan la estabilidad macroeconómica y una mayor participación del sector privado, mientras que Ecuador y Bolivia han optado por líderes con agendas económicas más prácticas.
En este contexto, la capacidad de América Latina para atraer inversión extranjera y adaptarse a las tendencias globales será puesta a prueba. Los gobiernos deberán equilibrar las reformas con la necesidad de ofrecer avances concretos en seguridad, gobernabilidad y generación de oportunidades. Las proyecciones de consenso apuntan a un crecimiento del PIB regional del 2,3% en 2026, con diferencias entre países que reflejan tanto el potencial como los desafíos que persisten.
Las decisiones que se adopten a lo largo de 2026 marcarán el rumbo de la región en los próximos años y definirán este período como una etapa de retos, pero también de oportunidades.
Los gobiernos ya están reforzando la inversión en seguridad, reformas judiciales y medidas anticorrupción, conscientes de que la estabilidad y el Estado de derecho son condiciones indispensables para el crecimiento y la atracción de capital de largo plazo. En paralelo, el péndulo político se desplaza hacia posiciones más moderadas, lo que refuerza la previsibilidad de las políticas públicas y se traduce en un renovado interés por los acuerdos comerciales regionales y los proyectos de infraestructura.
Por qué esta vez es diferente. La demanda global de minerales, energía, alimentos y talento está transformando a la región, que deja atrás su papel de proveedora periférica para consolidarse como pieza estratégica en la economía mundial. Esta mayor moderación política refuerza la previsibilidad de las políticas públicas y reduce los riesgos, lo que favorece la llegada de capital de largo plazo y facilita el avance de reformas estructurales.
La creciente madurez institucional —visible en mejoras en la gestión macroeconómica, seguridad y marcos regulatorios— comienza a dar resultados. A su vez, el posicionamiento estratégico a través de la externalización cercana, transformación digital y flujos de capital vinculados a la transición verde impulsa nuevas oportunidades de negocio y refuerza el atractivo de la región para los inversionistas.
La capacidad de América Latina para capitalizar este momento dependerá de que gobiernos y empresas enfrenten desafíos estructurales de larga data y, al mismo tiempo, aprovechen las nuevas oportunidades. Si el péndulo continúa desplazándose hacia la moderación, acompañado de una mayor madurez institucional y una inserción estratégica en las tendencias globales, podría finalmente empezar a materializar su potencial como referente clave en la economía mundial.
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