Estrategia de inversión
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En nuestra última nota del año, repasamos los aspectos positivos, sorpresas y factores que marcaron el rumbo de los mercados en 2025.
La gran historia del año fue la inteligencia artificial (IA), aunque no la única. Otros acontecimientos también dejaron huella. En este balance final, destacamos otras cinco fuerzas decisivas que influyeron en los mercados.
En esencia, el Índice de Incertidumbre de Política Económica de Estados Unidos funciona como un “medidor de ruido”: mide con qué frecuencia los principales medios estadounidenses abordan la economía desde la óptica de la incertidumbre en materia de políticas públicas.
En el primer trimestre de 2025, el índice alcanzó su segundo nivel más alto en casi 40 años. Para comienzos de abril, la administración ya había emitido cerca de 110 órdenes ejecutivas, lo que reforzó la sensación de cambios constantes para los mercados.
Los aranceles y el constante ida y vuelta en torno a ellos fueron el detonante. La tasa arancelaria efectiva implícita comenzó cerca de 2,5%, pero meses de declaraciones contradictorias y nuevas medidas que luego se retiraban rápidamente generaron incertidumbre sobre cómo sería el entorno de política económica a largo plazo. En distintos momentos, representantes de la administración mencionaron la recaudación, el uso de los aranceles como herramienta de presión y la necesidad de corregir un comercio “injusto” como argumentos para justificarlos… cuando ofrecían alguno. Cuando el polvo se asentó, las estimaciones de la tasa arancelaria efectiva rondaban 17%, el nivel más alto desde 1950.
La falta de visibilidad tuvo un impacto real en el mercado. Tras el “Día de la Liberación”, el S&P 500 registró su mayor pérdida de valor en dos días desde marzo de 2020 (aproximadamente cinco billones de dólares) y posteriormente rozó territorio bajista (–20% desde los máximos), mientras los inversionistas intentaban reevaluar qué podía venir después.
En resumen: 2025 nos recordó que la política no es un factor accesorio. Cuando las reglas —y los mensajes— cambian con frecuencia, el efecto se refleja rápidamente en las primas de riesgo.
El temor a una desaceleración económica en Estados Unidos, sumado a la volatilidad provocada por los aranceles y a la reevaluación hacia una política monetaria más flexible, impulsó el movimiento cíclico del dólar. Estos factores se intensificaron por la incertidumbre política y las preocupaciones sobre el déficit, lo que incentivó la diversificación fuera de la moneda.
La debilidad del dólar, el mayor interés por diversificar y el aumento de exportaciones anticipadas dieron impulso a los mercados internacionales. Aunque las acciones estadounidenses repuntaron en la segunda mitad del año, fue el resto del mundo el que lideró el desempeño. Hasta ahora, los países emergentes acumulan subidas cercanas o superiores al 30% (en dólares), con ganancias especialmente destacadas en algunas partes de Asia y América Latina.
Y, de forma relevante, los “alternativos tradicionales al efectivo” no solo resistieron, sino que subieron con fuerza: el oro acumula un alza cercana a 65% en lo que va de año y los bonos globales de grado de inversión han avanzado alrededor de 7,9% en el mismo período.
En resumen: 2025 volvió a recordarnos el poder de la diversificación y de por qué mantener una asignación global equilibrada puede dar frutos. En lo que va de año, una cartera global 60/40 acumula cerca de 15%.
El gasto en defensa pasó al centro de la escena y también contribuyó al mejor desempeño de los mercados internacionales. Este año, se prevé que todos los aliados de la OTAN cumplan o superen la meta de asignar el 2% del PIB a defensa. Además, durante la cumbre de la organización, los países elevaron aún más el listón al acordar un compromiso de 5% del PIB para 2035: al menos 3,5% para defensa central y hasta 1,5% adicional para seguridad y resiliencia más amplias, incluyendo infraestructura crítica, cadenas de suministro y base industrial.
Esto no es solo un tema militar, también refleja política industrial y un mayor nivel de inversión de capital. Los países están priorizando la producción interna, modernización y expansión de capacidad, no solo en defensa sino también en infraestructura y otros sectores estratégicos. Alemania es el ejemplo más destacado, con importantes estímulos fiscales destinados a modernizar infraestructura y fortalecer el crecimiento industrial. Estados Unidos también avanza en esa dirección, con el gasto en defensa planteado como un compromiso del orden del billón de dólares para 2026. Incluso el sector privado participa, como demuestra la Iniciativa de Seguridad y Resiliencia de 1.5 billones de dólares de J.P. Morgan, orientada a respaldar industrias críticas.
El “por qué” tampoco ha desaparecido. La guerra en Ucrania aún no muestra señales claras de resolución: el presidente Vladimir Putin ha seguido indicando que Rusia mantendrá sus objetivos. Y la geopolítica no se limita a Europa: este mes también aumentaron las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela, incluido el anuncio de un “bloqueo” a petroleros sancionados, lo que impulsó los precios del crudo.
En resumen: 2025 dejó claro que el gasto en defensa es estructural. Estos cambios de política no son aislados, representan compromisos de varios años que están redefiniendo el panorama global.
El aumento del gasto se convirtió en un fenómeno global. El Fondo Monetario Internacional estima que la deuda pública rondó el 93% del PIB en 2024, frente a aproximadamente 84% en 2019. Y 2025 no hizo más que reforzar esa trayectoria.
Estados Unidos es el ejemplo más evidente. En la práctica, “Una gran y hermosa ley” (One Big Beautiful Bill) consolida una expansión fiscal de varios años, porque extiende y amplía disposiciones tributarias y otras medidas que, según estimaciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso, añadirían alrededor de USD 3.4 billones a los déficits acumulados entre 2025 y 2034.
Europa no se queda atrás. Alemania, en particular, ha convertido la seguridad y capacidad militar en una prioridad nacional, respaldada por cambios que permiten un endeudamiento significativamente mayor, con proyecciones que apuntan a un aumento sostenido de los recursos destinados a este ámbito en la segunda mitad de la década.
En otras palabras, los gobiernos están emitiendo más deuda al mismo tiempo que los bancos centrales compran menos. Esta dinámica de oferta y demanda puede ejercer presión al alza sobre los rendimientos, especialmente en los tramos largos de la curva. En promedio, los rendimientos a 10 años en Francia, Alemania y Japón han aumentado alrededor de 55 puntos básicos en lo que va de año.
En resumen: En un mundo marcado por la fragmentación y mayores compromisos en materia de seguridad, el aumento del gasto público fue una tendencia clara en 2025. Esperamos que continúe, lo que debería contribuir a impulsar el crecimiento económico. Al mismo tiempo, implica mayores niveles de deuda soberana en un contexto de menor absorción por parte de los bancos centrales, algo que puede mantener elevados los rendimientos de largo plazo.
Esto representa uno de los virajes más amplios hacia políticas más flexibles que hemos visto en años. Lo que hizo que este ciclo fuera diferente fue el motivo: los bancos centrales comenzaron a priorizar cada vez más el crecimiento y el mercado laboral, aun cuando la inflación no había vuelto plenamente al objetivo.
Y esto importa, porque la tarea de estabilizar los precios aún no ha finalizado. En los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la inflación general se ubicó en 2% o menos en solo siete de las 38 economías, que es el objetivo más común entre las naciones avanzadas.
La Reserva Federal de Estados Unidos ha sido un actor clave: cerró el año con su tercer recorte consecutivo de 25 puntos básicos y situó el rango objetivo en 3,50%–3,75%. Además, la política más flexible ya se refleja donde realmente importa: las condiciones financieras ahora parecen favorables y el indicador de la Reserva Federal de Chicago apunta a un impulso aproximado de 60 puntos básicos al crecimiento del PIB en el próximo año. Si el entorno efectivamente pasa a ser expansivo, la historia juega a favor del mercado: en los últimos 15 ciclos de política, las acciones subieron al año siguiente del último recorte de tasas en todos los casos, con una ganancia promedio de 16,5% (crédito para Madison Faller).
En resumen: Consideramos la inflación un factor relevante, pero no como para desestabilizar los mercados en 2026. Lo que realmente prepara el terreno para el próximo año es la flexibilización generalizada de las condiciones financieras, que crea un entorno favorable para la inversión y los mercados.
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