Todas las crisis bancarias han seguido un patrón similar: incertidumbre política, creciente inflación, mal manejo de políticas fiscales y monetarias, y un sistema cambiario insostenible.
Después de uno de los procesos de subida de tasas más agresivos en la historia de Estados Unidos, los sectores más sensibles a la variación en tipos de interés, como el inmobiliario, la manufactura y ciertas partes del sector de tecnología, han sido severamente impactados. En las últimas semanas, el impacto ha permeado a uno más de estos: el sector financiero. Lo que realmente empezó con la caída de Silvergate, un banco con alta exposición a criptomonedas, rápidamente se esparció a Silicon Valley Bank (SVB - el banco #16 de Estados Unidos por tamaño de activos bajo cartera), Signature Bank (el banco #24 de Estados Unidos por tamaño de activos bajo cartera) y Credit Suisse (el banco #2 de Suiza por tamaño de activos bajo cartera). A pesar de todos ser bancos importantes, la causa de las crisis fue diferente para los primeros tres en comparación con el ultimo.
Silicon Valley Bank fue cerrado por los reguladores por falta de liquidez e insolvencia y se convirtió en la segunda quiebra bancaria más importante en la historia de Estados Unidos. Si bien las altas tasas de interés tuvieron mucho que ver con el colapso, no fue un problema sistémico sino más bien un desajuste de duración.
El negocio central de los bancos es prestar dinero: se financian con los depósitos de sus clientes mientras obtienen ganancias de la diferencia entre la tasa activa a la que prestan el dinero y la tasa pasiva (la que pagan a sus depositantes). Por lo tanto, los depósitos se convierten en pasivos para los bancos, mientras que los préstamos otorgados se registran como activos en sus balances. Sin embargo, algunos bancos –como SVB– invirtieron los depósitos de sus clientes en un portafolio “conservador” con instrumentos de renta fija, en este caso bonos del Tesoro estadounidense. El problema es que esto se dio a las tasas bajas que solíamos tener antes del ciclo de alzas agresivas de la Fed del año pasado.
Las perdidas no realizadas de los bancos se han movido en línea con el rendimiento de los bonos del Tesoro de EEUU
(izquierda) 4º trimestre 2022, Miles de millones de $, Ganancias y pérdidas en escala invertida (derecha) Tasa objetiva de la Reserva Federal (target superior)
En teoría, el banco debería de haber registrado las pérdidas de dichas inversiones conforme las tasas seguían subiendo, forzándose a aumentar su capital gradualmente. Sin embargo, la clasificación contable de los activos como disponibles para la venta (AFS por sus siglas en inglés) o mantenidos hasta el vencimiento (HTM, por sus siglas en inglés) evito el reflejar el valor correcto de dicho portafolio y conllevo a una subestimación del capital necesario. Si bien el índice de capitalización de SVB parecía saludable debido a su alto índice de préstamos a depósitos (~110%), en realidad se vio empañado por una valoración demasiado alta de los activos de HTM. Ante una salida abrupta de depósitos, el banco se vio obligado a realizar las pérdidas de dichas inversiones para cubrir sus requerimientos de liquidez, lo cual detono una corrida bancaria en la que cerca de $ 42 mil millones en depósitos se trasladaron de SIVB a otras entidades durante un período de tres días. Al final, la FDIC tomó el control de los depósitos de los clientes.
Dicha falta de confianza se “contagio” rápidamente a otros bancos regionales (como First Republic Bank) y llevo a la quiebra de Signature Bank, con victimas aun del otro lado del Atlántico.
En Europa, los retos a los que se enfrentaba Credit Suisse no era noticia nueva. Tan solo en el 2022, el gigante suizo registro la perdida más grande desde la crisis del 2008-2009. Adicionalmente, su reputación se vio impactada por dudas sobre prácticas de gobierno corporativo dentro de los niveles gerenciales más altos del banco. A pesar de que no tenía problemas de solvencia, el banco arrastraba perdidas de años acumulando varios intentos de reestructura en sus diferentes líneas de negocio. Sin embargo, la noticia de que el mayor inversionista en el banco, el Banco Nacional Saudí, no aumentaría su posición por encima del casi 10% adquirido en el 2015 después de que Credit Suisse reportó “inconsistencias” en sus reportes financieros, enardeció la incertidumbre y detonó salidas de depósitos de ~$10Bn por día en la última semana. A pesar de que el Banco Nacional Suizo aseguró a los ahorristas de que Credit Suisse no tenía un problema de liquidez, y que contaría con una línea de crédito de ~$54Bn, el 2º banco más grande de Suiza termino siendo comprado por su histórico rival, UBS, a un descuento de ~60%.
Ahora, ¿es posible que este efecto de “contagio” llegue a América Latina? Con la poca visibilidad que tenemos hasta ahora, nos atrevemos a decir que no.
América Latina no es ajena a las crisis financieras. Pero, a diferencia de lo observado en Estados Unidos, donde la raíz del problema ha estado más bien ligada con el sector privados (bancos e instituciones financieras), en la región la causa parte más de desbalances públicos y mala administración de políticas monetarias y fiscales – las cuales finalmente terminan afectando al sector privado y, en consecuencia, han terminado en crisis bancarias.
Así, dos debacles financieras que valen la pena mencionar:
- La crisis financiera de México en diciembre de 1994 – también conocida como el “efecto tequila”.
A finales de los 1980s, el gobierno de México emprendió una serie de reformas que sumió al país en una crisis de deuda pública y que conllevó varios cambios en el sistema cambiario, terminando en un sistema de flotación en el cual el peso podía ubicarse dentro de una banda determinada. En 1994, las autoridades orquestaron el mayor acuerdo comercial para el país, dando origen al Tratado de Libre Comercio de Norte América (NAFTA, por sus siglas en ingles). Sin embargo,1994 también era año de elecciones presidenciales, lo cual inevitablemente conllevo una expansión en la política fiscal del país, para lo cual se emitieron bonos de corto plazo denominados en dólares, “Tesobonos”. Sin embargo, la inestabilidad política y brotes de violencia de ese momento provocaron una fuerte presión de venta extranjera sobre dichos valores, a lo cual el gobierno central reaccionó como comprador de última instancia, haciendo uso de las reservas en dólares del banco central. Ante la falta de reservas, el gobierno fue incapaz de mantener el rango de flotación para el MXN, finalizando en la mayor devaluación en la historia de la moneda mexicana, salida masiva de inversión extranjera, la pérdida de 2 millones de trabajos, una debacle en los ingresos reales, y la caída de la tasa de crecimiento del PIB de -6.2%.
- La crisis bancaria de Argentina en diciembre de 2001 – también conocida como “el Corralito".
Una vez más, el manejo inapropiado de políticas fiscales y monetarias, sumado a un sistema cambiario insostenible culminó en el deterioro económico de un país.
Argentina experimentó diversas dificultades económicas a lo largo de los 80s lo que conllevó a hiperinflación, un déficit fiscal, y una deuda externa insostenible. En consecuencia, a principio de 1990, el gobierno argentino implementó una serie de reformas para estabilizar la economía y reducir la inflación. Dicho plan, conocido como la “ley de convertibilidad del austral”, implicaba un sistema cambiario fijo en el cual $1 era equivalente a 10,000 australes (la nueva moneda argentina), sumado a una serie de medidas draconianas. Inicialmente, el plan fue un éxito ya que lograron reducir la inflación y restaurar la estabilidad económica. Sin embargo, la falsa fortaleza de la moneda derivó en menores exportaciones y un impacto negativo al crecimiento. Por otro lado, el gobierno acumuló grandes niveles de deuda, tanto en moneda extranjera como nacional, con el propósito de financiar el gasto público. Y, dado que el gobierno tenía que mantener altas tasas de interés para prever la fuga de capital (una corrida bancaria) y defender la moneda, tenían muy poca flexibilidad para modificar las políticas fiscales y monetarias – lo cual los prevenía de poder recortar tasas para incentivar la economía.
Dichas condiciones económicas llevaron a una recesión con un alto nivel de desempleo y pobreza. Esto condujo a preocupaciones por parte de los ahorrista e inversionistas, y finalmente causó una crisis de confianza en el cual las personas buscaron sacar su dinero y llevarlo a monedas extranjeras. Así, tras años de recesión, y en ánimos de evitar un retiro masivo que llevara al colapso del sistema financiero, el gobierno impuso fuertes restricciones – conocidas con el nombre de “el corralito” – el 3 de diciembre de 2001. La medida efectivamente congeló los depósitos de las personas, limitando los retiros a USD 250 por semana, frenó las cadenas de pagos y profundizó aún más la crisis económica.
A pesar de que las medidas fueron abolidas solo 20 días después de ser impuestas, luego de protestas violentas y la renuncia del presidente Fernando De la Rua, las consecuencias fueron inconmensurables: en el 2002, el PIB se contrajo por más de 10%, la moneda se devaluó alrededor de 70%, el gobierno cayó en default al no poder hacer frente a su deuda – la cual llego a representar el 160% del PIB, y un nivel de desempleo y pobreza de 21% y 57%, respectivamente.
Perú, Colombia, Chile y Brasil también vieron crisis bancarias en los 90s. Importantemente, en casi todos los países, las causas de dichas crisis estuvieron ligadas al sector público.
En Chile, en la década perdida en los 80s, el banco de Chile experimentó una corrida después de que se esparcieran rumores de inestabilidad financiera e incertidumbre en torno a la solvencia del banco. En Perú, la devaluación de la moneda, creciente inflación, e incertidumbre política en 1990 llevaron a una corrida que culminó en la quiebra de múltiples bancos. En Brasil, los 90s también representaron una época con crisis bancarias e incluso, más recientemente, rumores sobre la posible quiebra del Banco do Brasil llevó a una corrida bancaria en el 2013.
Si bien nos enfocamos en lo que fueron las crisis bancarias más reconocidas en América Latina, los países más grandes de la región han experimentado fuga de capitales por razones muy similares. En general, la devaluación de la moneda, alta inflación, incertidumbre política o de solvencia tienden a ser el común denominador.
Lecciones aprendidas
Es claro que América Latina ha visto su buena porción de crisis bancarias. Más importante aún, todas las crisis bancarias han seguido un patrón similar: incertidumbre política sumada a una creciente inflación, mal manejo de políticas fiscales y monetarias, y un sistema cambiario insostenible. Ahora bien, ¿qué tipo de lecciones aprendieron los grandes países de la región?
En México:
- Disciplina fiscal: El gobierno mexicano introdujo medidas para limitar el gasto público, ligándolo a su ingreso a través la reforma conocida como “la regla del balance fiscal”, actuando efectivamente como un techo al endeudamiento público.
- Política monetaria restrictiva: El banco central de México implementó ciertas medidas para reducir la inflación y fortalecer la moneda. Entre ellas, aumentó las tasas de interés para poder estabilizar el tipo de cambio.
- La reforma del sector financiero: el gobierno mexicano creo la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), como también una serie de regulaciones para mejorar la transparencia bancaria y reducir el riesgo, en ánimos de fortalecer el sector financiero. Asimismo, el gobierno introdujo una nueva ley en la cual se asegurarían los depósitos bancarios hasta cierto nivel, establecieron nuevos requisitos de capital para los bancos y restricciones a los préstamos bancarios.
- Reformas estructurales: El gobierno implementó una serie de reformas estructurales para promover el crecimiento económico y desarrollo, tal como la privatización de compañías estatales, reducir las regulaciones de ciertas industrias, y la introducción de nuevas medidas para promover la inversión extranjera.
En Argentina:
- Autonomía del Banco Central: El gobierno argentino emitió nuevas regulaciones para asegurar la independencia del Banco de la Republica y, en consecuencia, limitar la habilidad del gobierno de influir o utilizar la política monetaria para lograr metas políticas de corto plazo.
- Aumento en el seguro de depósitos: El gobierno argentino aumentó el seguro sobre los depósitos de los ahorristas para aumentar su protección en caso de otra crisis financiera.
- Nuevo sistema cambiario: El gobierno argentino permitió que la moneda flotara libremente, a diferencia del sistema anterior donde el Austral estaba atado al dólar americano.
- Regulaciones bancarias: El gobierno argentino introdujo nuevas regulaciones para fortalecer la supervisión del sector financiero, lo cual incluía requisitos de capital más estrictos por parte de los bancos y mayor transparencia con los reguladores.
Y, en el resto de la región, se aplicaron medidas similares para tratar de mitigar la huida de capitales, así como prevenir que se presentaran situaciones similares en el futuro. En el corto plazo, los gobiernos adoptaron medidas para dar soporte al sistema financiero, como proveer liquidez a los bancos insolventes y prevenir el contagio a otras instituciones, interviniendo las instituciones que se encontraban en quiebra. Por otro lado, medidas a más largo plazo incluyeron mayores restricciones al sector bancario, aumentaron (Colombia, Perú y Brasil) o crearon (Chile) el seguro sobre los depósitos de los ahorristas y fortalecieron la independencia del banco central.
¿Que está en riesgo hoy?
Tomando en cuenta las reformas y políticas adoptadas por los gobiernos en los países más grandes de la región como consecuencia de las crisis financieras vividas y de las causas subyacentes de la reciente inestabilidad en los sectores financieros de mercados desarrollados, no vemos riesgo de contagio para el sistema financiero latinoamericano, al menos no de manera directa.
Los bancos de América Latina están bien capitalizadoss
Activos vs. capital contable
Sin embargo, los eventos recientes refuerzan nuestra tesis de una recesión en EE. UU. durante el 3er trimestre del año, aumentando las probabilidades de que dicho ajuste sea aún más fuerte del que originalmente estimábamos. Lo que antes esperábamos que fuera una desaceleración ligada a menor demanda de créditos debido al alto nivel de tipos de interés, ahora se suma la perspectiva de menor oferta por parte del sector bancario y mayores restricciones a la colocación de capital. A pesar de esperar recortes en la tasa de referencia en Estados Unidos para finales de este año, la volatilidad conllevara inequívocamente un mayor apetito por activos de bajo riesgo por parte de los inversionistas. Los activos latinoamericanos no caen en esa clasificación. Finalmente, a la depreciación de las monedas y ajuste en valuación de activos financieros, sumamos el efecto en la economía global y menores precios de los materiales, que deberán pesar sobre la actividad industrial y exportadora de nuestra región.
No obstante, no todos los países parten del mismo punto inicial, enfrentando esta desaceleración con distintos perfiles de riesgo. En lo que sí coinciden es en que prácticamente toda la región está hoy lidereada por gobiernos de izquierda, lo cual enfatiza la importancia de monitorear la situación externa de las economías ante el riesgo de cometer errores del pasado y querer defender la actividad económica domestica a punta de endeudamiento.
Tomando en cuenta los estimados de los economistas de nuestra banca de inversión para cuenta corriente, balanza publica, reservas y endeudamiento externo, identificamos a Colombia como el punto débil de la región, mientras que México se erige como la economía mejor parada.