Los desafíos tienen soluciones y la región tiene una gran oportunidad para posicionarse como centro de fabricación ante Estados Unidos.
Sin embargo, a medida que la tecnología avanza y la producción es menos intensiva en mano de obra, minimizar costos logísticos gana relevancia. Las empresas descubren que pueden optimizar la producción si las cadenas de suministro están integradas regionalmente, compartiendo zona horaria y flexibilidad logística. La necesidad de externalización se conjuga con la cercanía o “nearshoring”.
Por otro lado, desde la crisis financiera global de 2008-2009, la globalización ha perdido su brillo y líderes populistas en todo el mundo, tanto de izquierda como de derecha, han tratado de capitalizar votos con un enfoque nacionalista (¿Recuerda el Brexit?). Estados Unidos no ha sido diferente. El empuje del expresidente Donald Trump al "compre productos de Estados Unidos" dio un impulso aún mayor para el nearshoring. Una semana después de que Trump llegara al poder, el artículo de portada de The Economist titulado: “La retirada de la empresa global”, anticipó las tensiones comerciales y amenazas en torno a los aranceles que se materializaron más tarde.
Sin embargo, ni siquiera el discurso político más proteccionista puede desafiar la rentabilidad financiera de las empresas, lo que significa que el comercio continuará, pero muy probablemente de forma diferente. El impulso al nearshoring se hizo aún mayor después de la pandemia de COVID-19, cuando quedó en evidencia la fragilidad asociada a las cadenas de suministro globales. Luego, cuando se pensaba que por fin se veía la luz al final del túnel, Rusia invadió Ucrania, lo que trajo consigo el riesgo de escasez de gas en Europa y un choque en los precios mundiales de alimentos. En el artículo “La globalización en la era de Trump”, publicado por el Harvard Business Review en 2017, Pakaj Ghemawat afirmaba que “las empresas… deberían buscar oportunidades en las que puedan encontrar afinidades culturales, administrativas/políticas, geográficas y económicas”. Sin saberlo, su declaración, o mejor dicho, premonición, estaba en lo cierto. Google Trends muestra que las búsquedas del término "nearshoring" aumentaron 32% entre febrero y julio de 2022, en comparación con el mismo período de 2021. Durante la pandemia (2020 y 2021), las mismas búsquedas crecieron un 63% en relación los niveles previos a la pandemia. Asimismo, las búsquedas en América Latina subieron ~130% año tras año en 2021, mientras que en los países de Asia-Pacífico (APAC) solo lo hicieron en ~4%.
Sin embargo, existen desafíos para que este panorama se concrete, especialmente si se tiene en cuenta los problemas estructurales que también han impedido que América Latina alcance su potencial de crecimiento. Para ello, el BID recomienda a los países la estrategia “3i”: inversión, infraestructura e integración.
Uno de los mayores desafíos es la incertidumbre en torno a la inversión. En términos generales, América Latina se encuentra en un punto intermedio en lo que respecta a los indicadores de Estado de Derecho (según la clasificación del Proyecto de Justicia Social, WJP por sus siglas en inglés). Sin embargo, el puntaje ha ido deteriorándose constantemente desde 2016, arrastrado por el empeoramiento en el respeto de los derechos fundamentales, que el WJP describe como la ausencia de discriminación, derecho a la vida y a la seguridad, proceso legal debido y libertad de propiedad, expresión, reunión y creencias, así como el respeto de los derechos laborales fundamentales. Si bien la percepción de los derechos fundamentales empeoró en todos los principales países, Brasil ha estado detrás de una gran parte del descenso en estos indicadores.. Según el Banco Mundial, de las cinco economías más grandes de la región, solo dos experimentaron mejoras en algunas categorías medidas por el WJP: apertura del gobierno y cumplimiento normativo en el caso de Argentina, y orden y seguridad en el caso de Colombia.
Finalmente, la importancia de la integración radica en la oportunidad de maximizar el valor agregado. Cuando el comercio no logra integrarse regionalmente, el valor agregado se minimiza dados los costos logísticos del envío de insumos a largas distancias. Por ejemplo, importar piezas sueltas desde Asia para ensamblar un automóvil en México reduce las instalaciones de manufactura mexicanas a meras ensambladoras, lo que implica que las exigencias tecnológicas y de calidad son menores. Por otro lado, la producción regionalizada requiere el intercambio de nuevas habilidades y tecnologías, mejores prácticas y mejora de la capacidad de gestión, lo cual maximiza el valor agregado.
En términos generales, América Latina está bien integrada con el mundo. Chile y México están a la cabeza con 55 y 37 acuerdos comerciales regionales (ACR) para bienes y acuerdos de integración económica (AIE) para servicios, respectivamente. Brasil tiene un importante margen de mejora, ya que, a pesar de ser la economía más grande y un importante productor de materias primas, no tiene ningún ACR con China o América del Norte, excluyendo a México.
Pero, ¿por qué América Latina está tan “aislada” a pesar de tener varios acuerdos comerciales para fomentar el comercio dentro de la región? Hay dos culpables principales: la política y la infraestructura. Los continuos vaivenes de izquierda a derecha y viceversa han mantenido a los gobiernos enfocados en las idiosincrasias de sus países, limitando las opciones reales de regionalización económica. Además de los desafíos de infraestructura, la logística también es compleja dentro de la propia región. A pesar de una extensa frontera, solo hay cuatro cruces entre Argentina y Chile y una sola línea de tren enlaza a los dos países. Para conectar el Atlántico con el Pacífico, solo hay una carretera que atraviesa Brasil y Perú o el Canal de Panamá. Y todo esto excluye el tiempo y esfuerzo adicionales de la burocracia que genera trámites, certificaciones e inspecciones y abre espacio para la corrupción. En su libro “La era de la productividad: Cómo transformar las economías desde sus cimientos”, el BID estima que, en conjunto, América Latina gasta casi el doble que Estados Unidos en la importación de bienes, ya que, por ejemplo, solo los costos de flete representan 6,6% del valor total frente a 3,4% de Estados Unidos. Según la publicación, una reducción de 10% de estos costos podría, en promedio, aumentar la productividad de las plantas en Chile y Brasil en 0,6%.
No obstante, los desafíos tienen solución y la región tiene una gran oportunidad para posicionarse ante Estados Unidos como centro de producción dada la proximidad geográfica. Sus ventajas no han pasado desapercibidas para las firmas de capital privado que han invertido más de 15 mil millones de dólares solo en la primera mitad de 2022, según la Asociación para la Inversión de Capital Privado en América Latina.
Desde una perspectiva de bienes, las exportaciones de América Latina, lideradas por México, se enfocan principalmente en maquinaria y transporte. Sin embargo, todavía hay espacio para aumentar la participación, ya que esta categoría representa 67% de las importaciones totales de Estados Unidos frente a solo 49% de las exportaciones de la región. Po otro lado, la industria textil representa la mayor oportunidad para los países centroamericanos, entre los que Honduras, El Salvador y Guatemala muestran el mejor posicionamiento (sin contar a México).
América Latina: ahora o nunca
En un mundo de integración continua, las ventajas competitivas están pasando de una perspectiva pura de costos a considerar la logística y la geopolítica. Hace unos meses, la expresidenta de la Reserva Fed, Janet Yellen, acuñó el término "friendshoring" o externalización hacia países “amigos” como la nueva externalización cercana, en el contexto de la guerra entre Rusia y Ucrania, cuando el mundo se dio cuenta de que garantizar un comercio ininterrumpido va más allá de las fronteras geográficas y debe tener en cuenta las idiosincrasias culturales y políticas.
América Latina está posicionada para aprovechar la oportunidad que se presenta, especialmente porque las empresas latinoamericanas han invertido a lo largo de los años y ahora son tan sofisticadas y globales para competir en igualdad de condiciones con sus pares del mercado desarrollado. Gran parte de la responsabilidad, sin embargo, recae en los gobiernos. En primer lugar, independientemente de las ideologías políticas, las instituciones deben ser respetadas y trabajar para generar un crecimiento más inclusivo y sostenible. Esto debería permitir una mayor certeza de inversión y fuerte sentido de respeto hacia el Estado de Derecho. Es necesario reducir al mínimo la burocracia, ya que la integración regional se sitúa al frente de las prioridades comerciales. Finalmente, las inversiones públicas en infraestructura y educación no solo facilitarían el comercio, sino que asegurarían en los próximos años un lugar para la región como centro de fabricación global, a medida que la tecnología empuja aún más hacia la fabricación de cerebros.