Economía y mercados
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Después del atentado contra el expresidente Donald Trump hace unas semanas y la posterior convención republicana, las probabilidades de que el Partido Republicano gane la presidencia de Estados Unidos llegaron a ser cerca de 70%, así como también altas probabilidades de una potencial barrida., que implicaría que también obtenga la Cámara de Representantes y el Senado. Dicho esto, luego de que el Presidente Biden se retirara de la carrera presidencial, y la vicepresidenta Kamala Harris pasara a ser la potencial candidata presidencial (con altas probabilidades después de generar el apoyo que genero) dichas probabilidades cayeron significativamente – y hoy en día se encuentran cerca de un 55%. En otras palabras, una vez más tenemos una carrera para la presidencia de EE.UU. Si bien desconocemos de cuál será el resultado en Noviembre, los candidatos ya han revelado distintos puntos de importancia con respecto a su agenda política económica. Por el lado de Harris, se espera que las propuestas mantengan el status quo. Por otro lado, Trump tiene otros planes: durante la convención de su partido, esbozó en términos generales su agenda económica y social, que entre otras cosas incluye lo que ya ha venido diciendo: un arancel de 60% a las importaciones chinas y de 10% a las del resto del mundo.
La pregunta lógica: ¿Cuáles son las implicaciones de estas propuestas desde una perspectiva económica? Nuestros análisis apuntan a que los aranceles podrían reducir el Producto Interno Bruto (PIB) real estadounidense entre 0,3%-0,5% en 2025. Asimismo, podrían causar una inmediata alza de la inflación, aunque es probable que solo fuera temporal. Dicho esto, un mayor (y más rápido) número de permisos en el sector energético podrían ayudar a compensar el impacto, al hacer que los precios del petróleo bajen entre 10%-15% si la oferta aumenta.
Estimamos que el impacto combinado de los aranceles energéticos (una vez se descuenta el impacto de más oferta de petróleo), podría generar un alza interanual del Índice de Precios al Consumidor (IPC) entre el 1,5%-2,5% (lo que explicaría, entre otras cosas, por qué la curva de rendimiento se incrementó en el largo plazo cuando aumentaron las probabilidades de que Trump gane la presidencia). Sin embargo, la repercusión final podría ser más modesta si los gravámenes terminan siendo graduales o si los derechos de aduana se reinvierten en subsidios industriales específicos que ayuden a las empresas a no trasladar los costos a los consumidores.
En el escenario global, nuestro análisis indica que, si las propuestas republicanas se acaban implementando en su totalidad, el impacto sobre los principales socios comerciales sería menos inflacionario que dentro de Estados Unidos, aunque más perjudicial para el crecimiento. Por ejemplo, en Europa estamos calculando una repercusión potencial sobre el PIB del 0,7% (aproximadamente el doble que en Estados Unidos), pero un alza de la inflación del 0,2% (o menos). Esta divergencia podría tener implicaciones para la postura relativa de la política monetaria en cada región y, como resultado, para el tipo de cambio euro/dólar. Después de todo, una presidencia de Trump probablemente seguiría apuntalando la fortaleza de la moneda estadounidense.
En lo que se refiere a América Latina, y particularmente a México, el impacto podría tener más matices. Un arancel de 60% podría encarecer significativamente los productos chinos, lo que alejaría tanto a empresas como países. Este cambio podría beneficiar a la región, ya que se convierte en una alternativa más atractiva para la manufactura y exportaciones (como ha sucedido en guerras comerciales previas).
Si bien tenemos una expectativa constructiva son respecto al “nearshoring”, hay que tomar en cuenta el hecho de que hemos visto mucha inversión China llegar a América Latina. El principal punto: evitar los posibles impuestos sobre China y establecer operaciones en países más cercanos a EE.UU y de este lado del hemisferio – lo cual representa un riesgo a las importaciones de América Latina ya que podrían ser expuestas a mayores tarifas por parte del gobierno americano.
Más allá de México, otros países de América Latina parecen estar protegidos por ser principalmente exportadores de materias primas a Estados Unidos. La demanda de este tipo de productos tiende a no ser elástica, por lo que el impacto de posibles aranceles en los volúmenes de exportación sería posiblemente limitado.
En cuanto a China, el presidente Joe Biden ha mantenido los obstáculos y costos comerciales adicionales implementados durante la administración Trump. Algunos analistas creen que, de intensificarse la guerra comercial, Beijing podría optar por devaluar el yuan para hacer más competitivas sus exportaciones. De suceder, el impacto sobre las monedas de los mercados emergentes (incluyendo las latinoamericanas) podría ser significativo, ya que un yuan más débil y un dólar fuerte (por la mayor inflación esperada en el corto plazo) provocaría un apuntalamiento de la curva.
En resumen, a medida que navegamos por la incertidumbre de las próximas elecciones estadounidenses, los inversionistas empiezan a discutir un escenario más riesgoso hasta 2025. Creemos que es demasiado pronto para confirmar una inflación más alta sobre la base de una agenda comercial aún poco clara y sin detalles de implementación. Sin embargo, reconocemos los riesgos futuros para los mercados emergentes. Si bien los aranceles propuestos por Trump podrían generar significativos cambios económicos, existen oportunidades potenciales para que los países latinoamericanos se beneficien a largo plazo de la búsqueda de Estados Unidos de cadenas de suministro clave nuevas y más resilientes. Por otro lado, merece la pena mencionar que, en caso de que gane el partido demócrata, esperaríamos un aumento de aranceles y tarifas sobre países como China – pero no se esperarían que fuesen de la misma magnitud o sobre la misma cantidad de bienes como propone el partido Republicano.
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