Estrategia de inversión
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Puntos clave:
El impulso del sector tecnológico se detuvo la semana pasada.
El escepticismo ganó protagonismo ante el gasto multimillonario en inteligencia artificial, mientras el cierre del gobierno estadounidense alcanzaba una duración récord. En la economía real, continúan las dudas: el crecimiento salarial se moderó y la confianza del consumidor disminuyó.
Sin embargo, a pesar de las dudas, las empresas estadounidenses continúan reportando resultados favorables: los beneficios y los márgenes empresariales crecen, incluso en un entorno macroeconómico complejo.
Esta desconexión cada vez más evidente—con los mercados impulsados por los resultados corporativos, mientras la confianza en la economía permanece baja—nos lleva a analizar en profundidad por qué “los mercados no son la economía” y qué implicaciones tiene esto para los inversores.
La diferencia entre Wall Street y la economía real rara vez ha sido tan evidente. Desde el año 2000, el beneficio por acción del S&P 500 ha aumentado más de un 350%, y la rentabilidad total del índice se ha incrementado aproximadamente un 630%. En contraste, el PIB nominal ha crecido cerca de un 200%, y la “empresa promedio” estadounidense—según un índice más amplio que representa el 90% del valor del mercado público en EE. UU.1—solo ha avanzado un 47%.
¿Por qué existe esta desconexión? La renta variable evoluciona en función de los resultados empresariales, mientras que la economía está impulsada por los salarios y el gasto de los consumidores. Esto es lo que realmente diferencia al mercado y explica por qué el S&P 500 puede continuar al alza incluso cuando la economía real enfrenta presiones.
La expansión de la inteligencia artificial es un ejemplo claro: las empresas están destinando grandes sumas a centros de datos y equipamiento, pero no están aumentando significativamente la contratación. Este tipo de inversión favorece mucho más los resultados empresariales que el crecimiento de los salarios.
Analizamos tres factores fundamentales que explican esta desconexión:
La economía estadounidense se basa en los servicios: aproximadamente dos tercios del gasto de los hogares se destinan a conceptos como alquiler, salud, restaurantes y viajes. Es a través de estos servicios que la población percibe el estado de la economía.
En contraste, la composición del S&P 500 se caracteriza por una fuerte presencia de empresas de bienes y plataformas. El sector tecnológico, por sí solo, representa más de un tercio del índice, mientras que otros sectores relacionados con bienes—como productos de marca, equipos industriales, energía y materiales—concentran cerca del 25% de la capitalización bursátil.
Esta mayor presencia de tecnología y bienes en el índice ayuda a explicar por qué la renta variable puede registrar subidas incluso cuando la economía real no experimenta el mismo dinamismo: las grandes empresas cotizadas suelen contar con altos márgenes y una escala global.
Estados Unidos es un actor relevante a nivel global, pero su economía se impulsa principalmente por la actividad interna: las exportaciones representan solo alrededor del 11% del PIB. Esto implica que el desempeño económico general del país depende menos del comercio internacional que el de muchas otras naciones más pequeñas.
Sin embargo, en el S&P 500 tiene mayor presencia. Cerca del 30% de sus ingresos provienen del extranjero, y en el caso de las empresas tecnológicas, este porcentaje se acerca al 55%. Este alcance global significa que la demanda externa y las fluctuaciones de las divisas pueden influir significativamente en los resultados y en el índice, incluso cuando los datos económicos de Estados Unidos muestran menor dinamismo. Por ejemplo, un dólar más débil suele favorecer los beneficios obtenidos en el exterior; estimaciones recientes sugieren que una caída del 10% en el dólar puede aportar aproximadamente un 2% adicional a los resultados por acción del S&P 500.
En resumen, la fortaleza del mercado se debe en parte a la exposición internacional, y no únicamente a lo que ocurre en el ámbito doméstico.
La economía estadounidense se impulsa por los salarios y el gasto de los consumidores: cuando los sueldos aumentan y las horas trabajadas crecen, la economía suele acelerarse. Sin embargo, los mercados siguen reglas diferentes. Los precios de las acciones dependen de los beneficios por acción: beneficios, márgenes y el impacto de las recompras, que distribuyen los beneficios entre menos acciones y así aumentan el beneficio por acción, aunque el beneficio total de la empresa no cambie. Además, está el efecto de los dividendos.
Las cifras más recientes evidencian esta diferencia. Los salarios se están moderando. Es menos frecuente encontrar aumentos significativos por cambios de empleo, y menos personas están dejando sus puestos en busca de nuevas oportunidades. Esto implica menos ingresos adicionales para la mayoría de los hogares.
Por otro lado, los beneficios empresariales siguen en auge. Se espera que el tercer trimestre registre un crecimiento de beneficios superior al 13% interanual, el cuarto trimestre consecutivo con incrementos de dos dígitos. Además, los márgenes de beneficio también se han recuperado, permitiendo a las empresas retener una mayor proporción de sus ingresos como beneficio neto tras gastos. En el caso de las empresas productoras de bienes, los márgenes son ahora aproximadamente un 60% superiores a los de hace cinco años.2 Además, muchas compañías están recompensando a sus accionistas con mayores dividendos y recompras de acciones.
En resumen, la solidez de los beneficios empresariales está impulsando el mercado bursátil, incluso cuando el crecimiento salarial para los trabajadores se modera.
La diferencia entre la economía y el mercado ha sido ampliamente discutida: existe incertidumbre en la economía real, mientras los índices bursátiles se mantienen cerca de máximos históricos. Aunque esta situación puede generar inquietud, consideramos que es lógica. En nuestra opinión, los mercados están impulsados por los resultados: responden a los beneficios, los márgenes y el crecimiento por acción, no a las variaciones diarias de los salarios o la confianza del consumidor. Consideramos que, en el contexto actual, los tres factores analizados contribuyen en la misma dirección.
Por otro lado, estamos atravesando un cambio estructural: mayor riesgo político, un auge del populismo y titulares más volátiles. Desde nuestra perspectiva, los mercados tienden a mantener su buen comportamiento cuando los resultados empresariales se sostienen, como ha ocurrido este año. Por eso creemos que esta diferencia puede persistir: los mercados muestran preferencia por aquellas compañías capaces de mantener un crecimiento sostenido en sus resultados, incluso cuando el crecimiento general de la economía se desacelera.
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1 La “empresa promedio” estadounidense que cotiza en bolsa se mide a través del Value Line Geometric Index, un índice ponderado de manera equitativa que abarca aproximadamente el 90% de todas las acciones negociadas en los principales mercados estadounidenses. Este índice se basa en unas 1,700 compañías incluidas en el Value Line Investment Survey.
2 Los datos de márgenes para las empresas productoras de bienes provienen de las Cuentas Nacionales de Ingreso y Producto (NIPA, por sus siglas en inglés), que registran el desempeño financiero de las empresas estadounidenses como parte de las estadísticas económicas oficiales del país.
Consideramos que la información que se recoge en este documento es fiable; sin embargo, no garantizamos que sea completa o exacta. Las opiniones, las estimaciones, las estrategias y las perspectivas de inversión que se expresan en este documento representan nuestra visión a partir de la situación actual del mercado y están sujetas a cambios sin previo aviso.
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